El Gobierno federal estadounidense ha anunciado un nuevo paquete de ayuda a Ucrania por valor de 200 millones de dólares (unos 183 millones de euros).
Vuelve a canalizarlo por la autoridad de retirada presidencial, fórmula que permite a Washington enviar con urgencia armamento a terceros países.
En esta ocasión, la ayuda a Ucrania incluye municiones de defensa aérea, municiones y sistemas antitanques y proyectiles de artillería.
Además, equipos adicionales de limpieza de minas, más de doce millones de cartuchos para armas pequeñas y vehículos tácticos.
Así, en un comunicado, el Departamento de Estado de Estados Unidos ha garantizado que seguirán apoyando a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”.
Asimismo, ha llamado a Rusia a terminar una guerra, algo que está en su mano en “cualquier momento”. Bastaría, señala, con retirar sus fuerzas de territorio ucraniano y detener los ataques.
En ese sentido, Washington denuncia que “todos los días, Rusia está matando a civiles ucranianos y destruyendo la infraestructura civil”.
A su vez, “convierte el hambre en un arma y contribuye a la inseguridad alimentaria mundial mediante la destrucción de los puertos civiles y la infraestructura de cereales de Ucrania”.
Por otro lado, los servicios de Inteligencia de Reino Unido creen que Grupo Wagner ha tenido que reducir su tamaño tras su ruptura con Moscú. Al mismo tiempo, habría iniciado un proceso de “reconfiguración”.
En opinión de la Inteligencia británica, “existe una posibilidad real de que el Kremlin ya no financie al grupo”.
Dicho esto, considera a Bielorrusia como “el segundo pagador más factible” de la red de mercenarios de Yevgeni Prigozhin.
Precisamente, a este país vecino de Rusia se trasladó una buena parte de los miembros de Wagner tras la rebelión contra Moscú. De hecho, entrenan a reclutas del Ejército bielorruso.
No obstante, el tamaño de Grupo Wagner supone un desembolso “significativo”, habida cuenta de los “modestos” recursos bielorrusos, valora la Inteligencia británica.
Y es que, sólo después de motín, Vladimir Putin, presidente de Rusia, admitió que había pagado a Wagner con fondos públicos. Concretamente, mil millones de dólares en el año anterior.