La designación de Félix Bolaños al frente de Justicia junto con Presidencia y Relaciones con las Cortes ha sido una de las sorpresas de la composición del nuevo Gobierno.
Se convierte, así, en un ‘superministro’ en una etapa en la que va a ser necesaria mucha política y diplomacia cara a las constantes negociaciones.
De este modo, la mano derecha de Pedro Sánchez, jefe del Ejecutivo, asume un peso enorme en plena crispación por la amnistía y protesta judicial.
En definitiva, sus competencias son las propias de un vicepresidente político al acumular tanto poder y por la importancia de sus funciones.
Y es que, como ministro de la Presidencia, ha dirigido las grandes negociaciones con el resto de fuerzas políticas.
Muchas de ellas, de hecho, relacionadas con el Departamento que deja la hasta ahora ministra de Justicia, Pilar Llop.
Entre esos asuntos, Bolaños se implicó en los indultos a los independentistas catalanes, al punto que estuvo presente en la rueda de prensa que los anunció.
Asimismo, participó en primera persona en la casi renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Al mismo tiempo, estuvo en la cocina de la reforma del Código Penal que suprimió el delito de sedición, aunque mantuvo la malversación.
Por lo que respecta a la Memoria Democrática, parte de su cartera, asumió significativas responsabilidades, implicándose en el litigio sobre el Pazo de Meirás.
Recientemente, Bolaños ha sido pieza clave en las negociaciones con ERC y Junts. Unas conversaciones que dembocaron en el respaldo de ambas formaciones a la Investidura de Sánchez. Entre las concesiones, la ley de amnistía.
Precisamente, la tramitación parlamentaria y la propia gestión de la norma serán los principales desafíos a los que se enfrente.
Sin embargo, hay algo que se ha marcado como objetivo, que es renovar el CGPJ. De esta forma, la nueva legislatura abre una oportunidad para retomar los contactos entre PSOE y PP y acordar un nuevo órgano de gobierno de los jueces.