Hace cinco días, la selección femenina de fútbol hacía historia al meterse en la final del Mundial de Australia y Nueva Zelanda.
Este domingo, ha culminado la gesta con absoluto merecimiento proclamándose campeona del Mundo frente a Inglaterra. Un combinado, el inglés, que no había perdido ni un partido en 38 encuentros.
En el minuto 29, Olga Carmona, otra vez, ponía el balón lejos de las manos de Earps, rozando la cepa del palo izquierdo de la cancerbera británica.
El dominio del encuentro no fue claro, aunque se podría decir que la selección femenina española controló más el cuero.
Un 58% de posesión y 486 pases, frente a 362 de las inglesas, 13 tiros, mientras que las británicas lanzaron ocho. Un 81% de precisión en los pases españoles habla por sí solo.
Transiciones mordientes, profundizando. Es un enorme placer verlas jugar.
El penalti a favor en el minuto 69 pudo haber sentenciado el encuentro. Una pena máxima que detuvo la portera inglesa, pero que debió repetirse porque no cumplía con lo que obliga la normativa. Debía pisar con un pie la línea de meta en el momento del lanzamiento.
En todo caso, da igual, porque tras una agónica prolongación de 14 minutos, el tanto de Carmona valía un Mundial.
La última jugada, un saque de esquina a favor de Inglaterra, fue el ejemplo de esa agonía a la que las inglesas sometieron al combinado español.
Hasta Earps subió a rematar pasado el minuto 13 del tiempo añadido que la árbitra, que estuvo correcta, había decretado.
Pero ahí estaba Cata Coll, enorme, como todas, que se anticipó y amarró el esférico. Fue decisiva en varias ocasiones. Especialmente, cuando en el minuto 75, Lauren James remataba casi a bocajarro, pero la mano de Coll envió el balón por encima del travesaño.
Tras ese último saque de esquina, sólo faltaba el pitido final, que llegaba a los pocos segundos. A partir de ahí, la gloria. La selección femenina ha culminado la gesta. Hay que tomar nota.