El poeta del pueblo. Miguel Hernández

Por Mari Ángeles Solís del Río.
Hermano pequeño de la Generación del 27. Miguel Hernández nació en una familia humilde que vivía en el campo y dejó sus estudios a los quince años para dedicarse al oficio de pastor.
Fue educado en la fe católica y en su orientación literaria tuvo un papel importante Ramón Sijé (“Yo quiero ser, llorando, el hortelano  de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano”). Por entonces, tenía una tendencia literaria clasista, es decir, marcada por la fe religiosa. En esos momentos, su actitud es conservadora y conformista, hasta que con la llegada de la República, esa tendencia comienza a cambiar. Empieza a pensar en el débil, en el obrero, y en cambiar su vida a través de la alfabetización y la enseñanza. Es el primer compromiso social que adquiere. Buscará culturalizar a través de la poesía sencilla, como él propio indica, dirigida “para la inmensa mayoría”; a partir de ese momento, empieza la poesía social del poeta.
Esta época de tránsito, agudizada por el golpe de 1936 y la Guerra Civil que supusieron un asalto despiadado contra la dignidad y la vida de un pueblo, hicieron parir al poeta obras como “El Rayo que no cesa” (1936) y “Cancionero y Romancero de ausencias” (1938-1941).
Pero la verdadera evolución política le vino al poeta de la mano de Rafael Alberti y Pablo Neruda. Su actitud busca defender y dignificar al hombre, concienciándolo de sus derechos y transmitiéndole fuerza para conseguirlos. Es el compromiso político de Miguel Hernández: buscar la dignidad de los más débiles, a través de la denuncia social, por medio de la poesía.
Cuando estalla la Guerra Civil se decanta por el bando republicano. Utiliza la poesía como un arma de guerra, de aliento y de propaganda a su causa. Su obra más significativa en esta época es “Vientos del pueblo”. Aunque no debemos olvidar, sus artículos y crónicas de guerra que suponen un testimonio de marcada significación histórica. En esos artículos bélicos mantiene una moral heroica de resistencia ante el ejército franquista. Siempre insistió en el importante papel jugado por Hitler y Mussolini, ya que sin su apoyo, Franco no habría podido sostener la guerra y así quitarle legitimidad al autodenominado “bando nacional”. A su entender, los milicianos del Quinto Regimiento representaban mejor al pueblo español, porque defendían a la nación de las agresiones extranjeras.
Entre sus “Crónicas de la Guerra Civil”, cabe destacar “La ciudad bombardeada” (Frente Sur nº7/ 11 de abril de 1937) y, en la que se relata, con gran realismo, la crueldad de un momento histórico que apenas se conoce, y no por eso deja de ser real y aberrante. Miguel Hernández, escribió así: “… Digo que Jaén yacía indiferente a todo, dormido en un sueño blando de aceite local. Un día, como respuesta a una victoria de nuestro ejército sobre el suyo, Queipo de Llano manda, ahuecado y chulo como siempre, sus arrasadores aeroplanos contra la dormida ciudad de Jaén, que se revuelve despavorida y ve de cerca, y se convence de la violenta verdad, la obra del fascismo sobre sus criaturas. Jaén es bombardeada: la trilita sacude y revienta hasta las piedras más profundas de la ciudad, y se derrumban las casas, y las mujeres madres no saben en qué rincón meterse con sus hijos, y los muertos inocentes, los destrozados, son una sangrante cantidad de cabezas, de brazos, de carne desconcertada. La cal y los ojos de Jaén se humedecen. Con cara de cadáver ante los espejos, aceituneros y barberos calculan en las barberías el número de víctimas…; en las calles se anda con tristeza y temor, y en el cementerio necesitan venganza a su inhumana muerte de niños, mujeres y ancianos que no habían cometido otro delito que nacer y vivir….”. Sangrienta realidad de una parte macabra de nuestra historia que el poeta relata con dolor.
Miguel Hernández. El poeta del pueblo. Hijo de la luz y de la sombra. En su lucha por la libertad, aún sangra, lucha, pervive… siempre para la Libertad.

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