“Noguera”, por Mari Ángeles Solís

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
Si pasas por Noguera robaré tu alma.

La cuesta se hacía más y más imposible, según los años pasaban. Atrás dejaba el cuerpo el olor y la luz de la senda de los huertos. Pasando por un puente imaginario que ya no existe pero existió… un puente camino a la ‘Alcantarilla’ que unía dos barrios. Sí, siempre me ha gustado unir, sumar, enlazar, aunque sólo pesase en esa parte de mi imaginación, la menos precisa y más realista. Porque sobran realidades que ahora son apenas recuerdos pero que acarician con tal nitidez que, a ratos, escucho tu voz mientras parece que coges mi mano.

Y en esa encrucijada de calles, miro hacia atrás y veo el barranco al fondo. Con esa extraña pesadumbre de quien desaparece contra su voluntad. Es sólo el destino, es solo el tiempo que se encarga de cambiar los rostros, porque las emociones quedan intactas, porque el alma queda inmóvil mirando la parte que te queda Noguera, y cuánto por callar, cuánto por gritar, cuánto por recordar…

Noguera que guardaste su infancia y ni por las bombas de la guerra te dejaste resquebrajar porque apenas quedaban de ti parte de las jambas de lo que en la historia sirvió de entrada a nuestro nido… ahora sólo eres unas piedras que sienten. Unas piedras, no más.

Por la calle Manuel Jontoya corretearon sus pasos, con el fervor iluso de la niñez y, a veces, parado en el portillo, vio pasar esa vida cotidiana de barrio humilde y feliz, que se entrelazaba con los requiebros de lo que estaba por venir.

¿Sabes, Noguera?. Él me contó tantas cosas… nos parábamos frente a ti mientras me cogía la mano. Y te mirábamos, imaginando el esplendor que tuviste en el pasado. Tal vez, ese cristo de la hornacina, en las noches de viento, escuche tus lamentos de piedra acabada, piedra que ya apenas dice nada, y ¡que no te roce el olvido!, solo alguna mano humana, al pasar, como muda caricia, esboce una sonrisa y un suspiro: “¡ay, todo pasa!.

Por ser parte de una muralla adivino tu intención, por ser entrada de camino entiendo tu hospitalidad, de sonrisa forzada de tanto fingir… Te entiendo, Noguera, ya de ti solo quedan piedras… que redondean una esquina donde una infancia me robó y, al llevarme hasta allí, me transmitía el miedo de una niñez, unas escaleras oscuras y una mecedora al pie. Y un niño que jugaba, mirando a lo alto… que la mecedora estaba muy al pie… que la abuela que se a caer… Y todo el calor de un barrio humilde y trabajador, que miraba a las huertas como quien mira al futuro.

Tantas veces pasé por Noguera… y tantas veces el alma me robó.

Ya  sólo el arranque de tus arcos para el recuerdo, para el pasado… y una imagen de madera que, cada vez que paso, me regresa al miedo de aquel niño, al vaivén de la mecedora… y ese requiebro, frente a ti, de la calle Manuel Jontoya… allá, donde antaño, empezaba la ciudad.

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