Los ‘niños fantasma’ de la pandemia

Los niños fantasma de la pandemia

Algunos psicólogos han acuñado el término de ‘niños fantasma’ para ciertos menores que tuvieron que confinarse y tener menos socialización durante la pandemia.

No hay duda, según los expertos, de que uno de los colectivos que peor lo pasaron durante los momentos más duros de la ‘Gran Reclusión’ fueron los menores.

Así, no podían bajar a los parques, al cine o, simplemente, asistir a sus clases diarias presenciales y ver a sus compañeros y amigos.

Menos aún, practicar sus actividades extra escolares, deportes, etc. Tuvieron que ‘inventarse’ juegos y modos de pasar el tiempo durante meses en casa.

Aunque es verdad que cumplieron como unos campeones, los efectos de esa ‘soledad’ han sido, en no pocos casos, devastadores.

Por ejemplo, se han vuelto más ansiosos e introvertidos. Incluso, han perdido el interés por su educación y socializarse con sus pares. Esos ‘niños fantasma’ prefieren estar solos en su habitación.

Asimismo, tienen miedo de salir a la calle e ir al colegio y el instituto. Todo ello se está traduciendo, con el tiempo, en un aumento de los problemas de salud mental.

Estos son uno de los factores que llevan a los adolescentes, en particular, a abandonar el sistema escolar y desistir de su educación reglada.

Esos ‘niños fantasma’ podrían ver amenazas por todas partes

Pero ahí no acaba la cosa, ni los riesgos. Según algunos especialistas, pueden llegar a percibir amenazas permanentes de enfermedad y muerte.

Además, se volverían apáticos, perdiendo el interés por aquello que antes les importaba.

A su vez, este problema se agudiza en aquellos entornos socioeconómicos más bajos, donde la desconexión de la escuela es más probable.

Así las cosas, dichos comportamientos causarían, a largo plazo, daños sociales y emocionales. Sin esa conexión social, se acumularían los problemas, que podrían llegar a durar el resto de sus vidas.

Ante ese escenario, los expertos alertan de que hay que tomar medidas por parte de los padres. En ese sentido, aconsejan tratar de desviar esa tendencia y mantenerse conectados a los hijos.

Es decir, hacer cosas juntos, comentar sin tapujo alguno los problemas del menor, o mostrar abiertamente interés por lo que hacen o piensan.

Eso sí, conviene que mantengan cierto grado de autonomía e ir aplicando cambios en sus hábitos de forma gradual. También en los de la familia en general, haciendo frente a ciertos momentos de crisis que puedan presentarse.

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