¡Pero a quién se le ocurrió hacer nacer al Niño Dios el 25 de diciembre, en el mes de más frío del año! Todo desabrigado Jesús, ahí en Belén., que vaya usted a saber, como quien no quiere la cosa. Con su burro, su mulo y sus papás. Y tres reyes sin mascarilla que allá lejos se vienen acercando.
Vayamos a los Santos Evangelios. Ni Mateo, ni Lucas, que son los que se ocupan de tan feliz alumbramiento, hablan de diciembre para nada. El caso es que hemos buscado en los anales de la historia y todo son especulaciones.
Unos, que si tiene que ver con el solsticio de invierno pero cuatro días más tarde. Otros con la ‘saturnalia’ o las fiestas romanas que hacían que los patricios no pararan de reír en el Templo de Saturno las fechas señaladas para tal fin.
La fiesta ‘Natalis Solis Invicti’ es la fecha más probable, por su precisión y por su evocación. Precisamente se trata del 25 de diciembre, justo. Y evoca, fíjense, al Sol Invicto, invencible, una divinidad pagana que se transmuta en el nacimiento de Jesús. Puede ser.
La verdad es que la Navidad empezó a fijarse como fecha más o menos precisa allá por el siglo III. Consultamos el Libro de Hipólito de Roma y vemos que su autor calculó la fecha de la forma más complicada posible: imaginó que Jesús fue concebido el 25 de marzo, por aquello del equinoccio de primavera, y no tuvo más que sumarle nueve meses. La verdad es que es el más enrevesado.
Otros abogan por una relación más directa con el mundo judío. Fue ese 25 de diciembre cuando se celebró la Janucá y como Jesús era judío, por parte de madre y celestial por parte de padre, pues ahí dejaron caer la cosa.
El caso es que todo son dudas y ninguna certeza, que se sepa, se atreve a asegurar la razón y la causa de que sea hoy, 25 de diciembre, el día que nació Jesús.