“Morir para vivir”, por Carolina Gutiérrez Montero.

Carolina Gutiérrez Montero.

Carolina Gutiérrez Montero es investigadora biomédica.
Probablemente no hay nada más frustrante para un cirujano como que el paciente al que está intentando salvar la vida se muera en la mesa del quirófano porque no ha logrado reparar a tiempo las heridas que comprometían su vida.

Una de las grandes virtudes de los más excelentes cirujanos mundiales es la de tener gran habilidad con sus manos y conseguir en el menor tiempo posible realizar una técnica quirúrgica brillante que logre mejorar la vida del paciente.

Piensen por un momento que ese excelente cirujano se encuentra de guardia en un hospital y le llega un paciente joven con una herida que compromete seriamente su vida y que por más rápido que actúe sabe que no va a lograr salvarle. Piensen en ese cirujano, lleno de impotencia, comunicando a esos padres el fallecimiento de su joven hijo: podría haberle salvado, pero nos faltó tiempo. El tiempo se convierte en estos instantes en esa moneda de la suerte que según caiga puede devolverte la vida o no.

Ese cirujano se llama Samuel Tisherman y trabaja en el Centro Médico de la Universidad de Maryland en Estados Unidos. A raíz de una experiencia similar a la que les he relatado se puso a pensar en cómo se podría encontrar una solución para vencer al tiempo. Él podía mejorar su técnica quirúrgica, podía practicar más, intentar ser más hábil, más rápido…pero sabía que eso a veces no era suficiente.

Así que se puso a trabajar y diseñó el primer ensayo clínico en humanos para lograr lo que han denominado: Preservación de Emergencia y Resucitación. El Dr. Tisherman no quiere que al oír este término nos venga a la cabeza el concepto de ciencia ficción, sino que pensemos en algo real pues se trata de quitarle unos minutos a la vida para conseguir operar y reparar esas heridas que de otra manera comprometerían sí o sí la vida del paciente.

Técnicamente lo que hay que conseguir es mediante una solución salina muy fría que se inyecta a través de la aorta, y que sustituirá a la sangre, que el cuerpo del paciente se enfríe muy rápidamente alcanzando alrededor de unos 10 grados centígrados. Desde el punto de vista biológico lo que ocurre a esta temperatura es que cesa todo tipo de actividad cerebral y además el pulso del paciente se detiene. Esta situación de hipotermia lleva asociado por tanto que fisiológicamente todo se vuelva más lento. Aproximadamente se puede mantener el cuerpo así durante dos horas y luego volver a calentar y recuperar el ritmo cardiaco.

Este tiempo es oro para los cirujanos: durante estas dos horas pueden intentar reparar las heridas del paciente. Saben que es una carrera a contrarreloj pero que de otra manera la muerte del mismo estaría prácticamente asegurada (la supervivencia en estas situaciones solo ronda alrededor del 5%). Si el cuerpo se mantiene a la temperatura fisiológica de 37 grados centígrados contarían con un tiempo muy limitado de actuación: el corazón solo podría aguantar cinco minutos en parada, y habría que estar bombeando de alguna manera sangre para evitar cualquier daño al cerebro u otros órganos vitales.

Si bien esto es algo muy preliminar tal y como ha contado el Dr. Tisherman a la BBC y publicado en la revista New Scientist de prosperar podría ser una técnica a tener en cuenta y a practicar en estas situaciones críticas en un buen número de hospitales del mundo.

Seguro que a muchos de ustedes les ha venido a la cabeza la película de Línea mortal del año 1990 protagonizada por Kiefer Sutherland, Julia Roberts y Kevin Bacon, en la que unos estudiantes de medicina que han estudiado algunos casos de personas que volvieron a la vida después de estar clínicamente muertos, deciden experimentar con ellos mismos lo que se esconde más allá de la muerte. Para ello deben forzar una parada cardiaca, y una posterior resucitación.

Probablemente esta es la parte de la ciencia ficción a la que no quería el Dr. Tisherman que recurriésemos al pensar en su ensayo clínico. Pero no se puede evitar, la memoria es muchas veces traicionera y no distingue.

Lo importante es que se avance, pero con criterio y rigor como debe funcionar un buen científico. Errarán pero al final descubrirán la verdad.

“La ciencia, muchacho, está hecha de errores, pero de errores útiles de cometer, pues poco a poco, conducen a la verdad”. Julio Verne.

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