“Madrugá”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
El color morado de los lirios empezaba a teñir los sentimientos y a convertirlos en latidos incontrolables. Eran las siete de la tarde y, a pesar que el cielo no había oscurecido, ya podía verse la luna llena y escucharse los primeros gemidos.

Es difícil explicar la fe por alguien que no la tiene, imposible convencer con argumentos vacíos… por eso, tantas veces, es mejor optar por el silencio.

La sombra alargada de la muchedumbre se agolpaba en aquella plazuela que olía a azahar, esperando que el olor a incienso la embriagara como un perfume que adormece llevándote lejos, muy lejos… tan lejos como donde reside dormida tu infancia entre las raíces que se han hecho fuertes con el agua de los tuyos porque perdiste su paso en el camino.

La impronta barroca de Martínez Montañez germinada en sus discípulos, la recogió José de Medina cuando tallaba ese rostro mirando al cielo mientras daba su último suspiro. Ojos llenos de vida que ven llegar a la muerte, ojos que piden clemencia, ojos febriles por el dolor… un rostro desencajado al que de niña acompañé tantas veces, con mi capirote y mi traje morado. Pies cansados que se negaban a abandonar el camino… tal vez, porque no me guiaba la fe sino los relatos de mi padre cuando, salía de la escuela y visitaba aquella imagen.

Y el barrio de San Bartolomé se encoje por completo y retuerce más aún sus calles, calles de antigua judería en la que se esconden historias de amor que los sefardíes cantaron en noches de luna llena.

La noche cae sobre el Santo Reino y los campos de olivos se estremecen. Las torres de la Catedral intentan atrapar a la luna como un juego absurdo entre Andrés de Vandelvira y Ventura Rodríguez. Porque el arte conmueve, no solo porque es arte sino porque además nos hace sentir, hace revolver la sangre dentro de nosotros mismos y, a borbotones, escapan sentimientos nacidos del pueblo.

En esos itinerarios lentos y de silencios, los lirios que reposan a las plantas de La Expiración, sumergen esquinas y boca calles de pasión, de lágrimas sin razón, de silencios de nudos en la garganta… porque es así como siente el pueblo, con un corazón que ansía descansar, mirando esa luna llena, en el hueco de aquellas manos que modelaron un tronco de olivo porque ya la noche se está convirtiendo en madrugada, porque pronto va a venir en busca de su madre, en busca de su saeta en la calle Maestra, en busca de su pueblo, el abuelo de todos los padres, Jesús de los Descalzos… pasos que avanzan hasta el Camarín excitados de historia, vomitando tradición, escupiendo leyendas… así siente el pueblo, todo pasión en una madrugá de primavera, una madrugá de luna llena… así siente el pueblo, por los cantones viendo pasar al Abuelo… y se acerca el momento… de guardar silencio.

El gentío se agolpa en la Carrera escudriñando versos. Mientras la melodía del maestro Cebrián se entremezcla con el silencio acallando rezos que se convierten en piropos… dicen que fue Sebastián de Solís, dicen que fue un viejo una noche de tormenta en una cacería que miraba a Jabalcuz. Dicen, dicen… y qué más da lo que dicen si ese silencio al verle pasar es el reflejo del mayor respeto que se le puede dar a alguien, qué más da lo que dicen si es madrugada de primavera y un grito entre el silencio “¡viva el abuelo que te hizo” nos hace estremecer… siempre será maravilloso aquello que nos hace sentir, aquello que eriza nuestra piel, aquello que nos hace el Alma jirones… siempre será bueno rodearse de arte, anónimo o con nombre, pero arte… el arte que el pueblo talló y le dio un lugar privilegiado en la historia.

La madrugada avanza por los cantones…. Ahora los lirios morados son claveles rojos. El silencio sigue empapando las calles de piedra, los adoquines bautizados con cera… la madrugá en esta ciudad que tiene Mezquita, Sinagoga y Catedral… y entre esas tres culturas no hubo riñas, solo quedaron escritas historias de amor.

Esta madrugá no es de Sevilla, no. Esta madrugada es de tierra de olivos porque un viejo resguardándose de la tormenta así lo quiso, esta madrugá no sale en televisión porque es del pueblo de dentro, de las entrañas, de calles de piedras que sobreviven al olvido… que nunca quisieron se famosas porque tenían historia, tradición y leyenda suficientes para que la sangre que corre por sus venas explote mientras pasa Jesús de los Descalzos… mientras la tibia madrugada de primavera pasa entre lágrimas, entre sentimientos, entre troncos de olivos y el abuelo que te hizo.

Pariendo sentimientos una noche más, mientras tu pueblo te mira al verte pasar, Nuestro Padre Jesús Nazareno, siempre serás aquel que defendió la injusticia, aquel que echó a los falsos del templo, aquel que acarició el corazón de una prostituta, porque esa es la vida, esa es la historia… poco valen los ropajes y joyas si te tiene el corazón vacío.

Madrugá jaenera,
de primavera y luna llena,
el abuelo pasea tus calles
como si fueran estrellas…
entre el incienso y el olor a cera,
el pueblo llano te espera
en el silencio de tus callejas.

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