Los relatos de Aina. “Blues de la huesos”, por Aina Rotger.

Aina Rotger Carlón.

Subía con la música, ascendía en sus altos y re relajaba con sus bajos desde pequeña, sentía una emoción intensa, se elevaba, levitaba. La aislaba de una familia que no la aceptaba por soñadora y rara. Cuando cogió ella misma la guitarra chirrió, el sonido se hizo ruido. Entonces se propuso aprender a sacarle partido a ese instrumento. Fue a clases y paulatinamente fue surgiendo la melodía primero rudimentaria, poco a poco afinada, hasta que los tonos se sucedieron creando canciones. Se fue de casa sin despedirse, e hizo de la música su vida, desayunaba música, comía, música, merendaba y cenaba música mientras se arrastraba por casas okupas. Tocó sus primeros bolos y gustó, fue de bar en bar, de local en local, a cuál más infame, se perdió por los garitos y el desamor y los malos recuerdos la hundieron en el alcohol. Su voz se hizo ronca como el terciopelo, su cuerpo unos huesos que arrastraban la guitarra, su vida un desahucio, pero permanecía en pie en el escenario sujetando con su poca fuerza el instrumento, sus bajos musitando la letra herida.

Una noche de copas, a cuál más canalla, su deambular llegó a boca de un cantante de renombre que le hizo una canción y así su vida pasó a ser nota musical y letra del arrabal que llegó al público y tuvo éxito. Sonó en emisoras y conciertos multitudinarios. El cantante la invitó a subir al escenario y entonces la gente la tarareó, y aplaudió, pese a ser un suspiro que se apagó pronto y dejó una estela maldita. Y así su vida y sus canciones llegaron a ser un mito del lado oscuro de la vida. Una flor negra de belleza extraña que sonaba a nostalgia y desamor, a partida perdida que hacía de las vidas normales una heroicidad frente a la dimensión del abismo., una luz oscura, pero de neón.

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