“Corbata, quieras o no”, por Carlos Mª Bru Purón.

Carlos Mª Bru Purón.

2019 nos maltrata con altísimas temperaturas, hasta batir el record alcanzado en 2003. La ola de calor corrobora las previsiones del IPCC en cuanto a esa subida global, que en países meridionales se nos muestra implacable, pero que también afecta a los norteños.

Acerca de todo ello, se atreve uno a pensar que:

a).- La temperatura influye, ha de influir, en el vestir. Y he aquí que en nuestro acontecer diurno, el traje -aún de algodón- es obligatoria vestimenta de los varones pertenecientes a lo que suele llamarse “gente de orden” (profesionales, ejecutivos, cargos públicos y, cómo culmen en la escala de estos últimos, el Rey).

Mientras quedan exentos de tal penalidad los jóvenes, los obreros, los parados, los empleados en oficinas no quisquillosas, los dirigentes de Podemos y los curas (que han dado con el artilugio de camisa obscura rematada por tenue alzacuello…)

Y, por supuesto, las mujeres: gozan éstas –al menos las habitantes en las amplias zonas del planeta de hábito occidentalizado- de la ventaja consistente en poder adaptar su vestimenta a las veleidades del clima y también al rango de los encuentros públicos. Así, conforme sube el termómetro o, paralelamente, asciende el protocolo– bodas, onomásticas, actos oficiales-, menos recubierta textil. Este es un hecho innegable.

Mientras que para los varones opera la discriminación en negativo: cuanto más boato, más aliño indumentario, no sé si tan torpe como el del poeta, sí más sudoroso e insoportable conforme avanza la temporada y con ella el Fahrenheit. ¡Y que no nos falte la corbata! Todo por la kravatta, esa pieza que mercenarios croatas regalaron a Luis XIV cómo ofrenda posbélica, dándole de paso una lección – si preciso fuere- del buen vestir y mejor agarrotar.

Pero el regalo-con estas calores que dirán en Andalucía- es un suplicio, libre o más bien servilmente asumido por todos los del sexo ¿fuerte? que nos hacemos el nudo (y la pascua), mañana sí y otra también.

b).- Hay soluciones: hete que, hurgando prensa veo esta fotografía, donde aparecen el Rey de España Felipe VI y el que fue Presidente de México, Enrique Peña Nieto. En un acto oficial, durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en Veracruz, ambos visten con desenvoltura la guayabera, prenda de uso común en aquel continente.

Ciertamente, la guayabera es una vestimenta útil, más en países donde el termómetro se encarama en demasía: fresca, holgada, provista de suficientes bolsillos, habitualmente del color blanco que proclama pulcritud e higiene. O en su lugar, a gusto del usuario, cabe referirse al “polo”, la camisa de manga corta u arremangada, inclusive camisa bajo la chaquetilla ligera pero no acompañada, ¡por favor!, de corbata. (Y no se preocupen los tenderos, ya llegará el otoño y todos competiremos por anudar la más a juego con el traje…)

c).- No estaría mal que unos cuantos varones de por aquí, sufridamente kravatteados, nos dirigiésemos al Rey de España en estos o parecidos términos:

“Don Felipe, no creo que el atributo conocido por “majestad” que, según nuestros cánones protocolarios acompaña a la Jefatura del Estado, se vea menoscabado por el uso en eventos españoles de una prenda similar a la que se reproduce en la foto arriba inserta.

Con una sola vez –que en esta o ulterior temporada y día caluroso- acudiese Vd. a un acto oficial descorbatado, usando como atuendo esa o análoga prenda a aquélla con que se fotografió en Veracruz, cabe apostar que al día siguiente un  90% de  nuestro establishment le secundaría.

Prerrogativa y servicio ínsito al ejercicio de la realeza. Beneficio a sus conciudadanos del mismo sexo. También a la higiene, la salud, la economía y el medio ambiente.

Un respetuoso saludo, firmado X, X, X”

(Yo lo hago hoy mismo)

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