Cataluña versus Ciudadanía

Mari Ángeles Solís del Río.

Por Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
El enfrentamiento social que se está produciendo en las calles y plazas catalanas, en el espacio público de convivencia, nos lleva a reflexionar urgentemente hasta dónde puede llegar el afán desmedido de algun@s de pisotear las leyes españolas (además de la Constitución, norma suprema), que está desembocando en un fatal conflicto de ciudadano contra ciudadano, llegando a ningunear las normas cívicas de comportamiento humano.
¿Hasta dónde puede llegar la obsesión beligerante por colocar una serie de lazos amarillos? Y, a partir de los sucesos acontecidos ¿podemos considerarlos libertad de expresión?
A veces, resulta inútil hasta la defensa de la lógica. El intento de solucionar el conflicto a través del diálogo se ve manchado por la pugna de algo que simplemente “no puede ser». Y no puede ser porque va en contra de la ley, porque la historia viene marcada por el devenir vacilante de los pueblos y porque un Estado constituido legalmente no puede ser acribillado por sueños absurdos ya que, no lo olvidemos, la libertad es ante todo respeto hacia la opinión de los demás.
Las reivindicaciones soberanistas chocan frontalmente con la pluralidad del Estado ya que, España es una estructura unitaria que respeta la singularidad de sus regiones pero… esa singularidad da lugar al respeto y no, como entienden algunos, a la escisión. Tal como lo recogió Sánchez-Albornoz, el ser español tiene una continuidad histórica. Es por ello, porque no se puede enterrar lo acontecido, es de lógica la aceptación de los hechos y el respeto de las leyes en lo que se refiere a las ansias independentistas del Gobierno catalán cuando se está provocando un enfrentamiento real entre la ciudadanía y cuando ni la historia ni las leyes han dado paso al atropello de ser español, de determinada región, pero español. Y el concepto que le corresponde a España, como nación, se enriquece con la diversidad de cada una de sus distintas regiones.
Es por ello que, el orgullo de Cataluña debiera residir en su grandeza al ser una región de España y eso es ser más que una nación.
Todos tenemos los mismos derechos y deberes, vivamos en la región que vivamos. Es ello lo que convierte a España en un Estado igualitario. Sembremos, pues, la semilla que devuelva la coherencia y que las calles y plazas catalanas sean un punto de encuentro entre los ciudadanos y no de desencuentro.
La historia, la ley y hasta la lógica nos reservan ese espacio de convivencia en donde el respeto impere en los territorios de las regiones que, si por algo son inmensas todas y cada una de ellas, es por la pertenencia a un espacio común que nos hace ciudadanos de primera.

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