Bodega de La Ardosa, el Madrid que resiste, un pedazo de historia

Bodega de La Ardosa, el Madrid que resiste, un pedazo de historia

En la calle Santa Engracia 70, desde mucho antes incluso que se llamara García Morato, está una de las Bodegas de La Ardosa. Resistiendo un mundo que se ha venido abajo, luchando por sobrevivir, trabajadores y generaciones que no quieren permitir que Madrid se muera.

Giovanni, un italiano culto y comprometido, entra muchos días en la bodega en busca de un vino, de mucha conversación y de acariciar la historia de un lugar que le llena de leyendas. Observa con paciencia cómo los trabajadores del local tratan de abrir cada día y de mantener la bandera de nuestra memoria viva tras estos meses de miseria y depresión.

“Yo no soy bebedor”, dice con marcado acento italiano, “vengo a sentir la historia y a apoyar que resistan”. Giovanni llama a este periódico y nos pide auxilio en su nombre. Aguantan en pie, nos dice, esperando que el futuro arroje una luz. Soportan, nos insiste, ser una de las más afamadas bodegas desde la que se hizo una parte de la historia de España.

La Ardosa eran unos viñedos de Toledo. Un emprendedor donde los haya, Rafael Fernández Bagena, propietario de aquellas tierras, abrió bodegas en Madrid para deleite de estos gatos a los que les gusta beber y discutir apostados en las barras de una ciudad abierta.

Más de treinta locales sembraban nuestro paladar, aguantando democracias, dictadura, República y más dictadura. En 1970 un carnicero, Gregorio Monje, se hizo cargo de los locales. Sembró para que las generaciones siguientes mantuvieran imperturbable nuestro recuerdo y nuestra historia.

Al igual que la de la calle Colón, la bodega de Santa Engracia 70 tiene el sabor inmenso del relato de nuestras entretelas. A Giovanni se le para el tiempo cuando ve tirar la mejor cerveza de Madrid, con esa lentitud que hace fugaz la espuma sobre unos labios esperanzados.

Actualmente los establecimientos de las Bodegas de La Ardosa mantienen los azulejos propios de la afamada azulejería española, tan apreciada en otros pagos, fruto del trabajo de los mejores ceramistas de otro tiempo. Obras de arte que no nos podemos perder.

Cuando vayan por allí vean en los ojos de quienes les sirven a aquellos que resisten al tiempo lo que la vida les ha dado. Que permanezcan abiertos depende de las cañas que sirvan y los vinos que pongan. Giovanni está al tanto. Y nosotros también. Allí nos vemos pues. Salud.

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