“Aprevenir los cuchillos”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
Escuchaba el lamento de esa voz pura y redonda, sintiéndome acaso protagonista de aquellas letras que quizá fuesen obra de Moreno Galván puesto que tenían todos los matices para creerlo. Después de todo, buenos o malos (en justa medida) somos todos. Excluyendo a aquellos de excesiva maldad y que nuestros ancestros llamaron “lenguas de doble filo”, que se clavan como puñaladas.

“Sentenciado estoy a muerte”, y una figura blanca como la luna, un cuerpo de mujer poseído por la pureza, se deslizaba entre las sombras de las intenciones, entre miradas turbias de anocheceres violentos, que siempre finalizaban en una esquina, dejando tras de sí un rastro de sangre.

“Sentenciado estoy a muerte, si me ven hablar contigo”. Y la aseveración se recostaba y acariciaba las curvas del cuerpo como si soñaran poseerlo, como si diera igual un futuro maldito ni un pasado de espanto. La voz que llama, es la que hace volver… quizá nunca nos fuimos, pero el silencio de nuestra presencia logró que los malditos cesaran en su lapidación inhumana, típica de monstruos que no aceptan su condición de escoria.

“Sentenciado estoy a muerte, si me ven hablar contigo. Ya pueden los matadores…”. Y la noche seguía lapidando las intenciones, ocultando entre sombras el calor de las entrañas… Acaso, era un aviso… “Mátame, que no renuncio a querer”. Pero el cuerpo de mujer se deshacía entre nieblas, poseída, ahora, por el miedo a ver sangre correr, por ella, por unos brazos que la abrazaran sin miedo, con su sentimiento de culpa, ya que nunca buscó nada, se estremecía en gemidos de miedo y placer, porque quería ser poseída pero solo escuchando esa voz, que los demás… ¡¡por dios!!, los demás fuera, que esto es cosa se dos. Que las lenguas de doble filo, se desnuden ante un espejo, y al verse el cuerpo podrido, estallen en mil pedazos, cristales que revientan al calor… al fuego de los remordimientos.

“Sentenciado estoy a muerte, si me ven hablar contigo. Ya pueden los matadores, aprevenir los cuchillos”. Sin miedo… valentía que da el tener sangre en las venas, a no renunciar a la verdad, a poseer la pureza y transformarla en diamante por un deseo solo capaz de amar. No importa lo que vendrá después. No importa la sangre por la calleja si antes pudo arder en ese fuego, que sólo la pasión de amar, hace que palpite la sangre. Poseer la pureza nunca fue fácil, mientras por el estercolero las voces siguen murmurando, se alzarán triunfantes bajo la luna blanca, lo que otros fueron incapaces de sentir. El final estaba cerca, tras hablar… dos cuerpos bronceados de luna, clamaban paz… pedían callar… soñaban libertad… pero acaso la maldad, se hizo hueco entre las sombras. Si el ser valiente tiene un precio tan alto… más fuerza tendrá la verdad para no renunciar…

Y, mientras acaso, se preguntan que estará pasando por mi cabeza para escribir tanto sentimiento, tanta rebeldía, tanto despecho… simplemente, mis labios, entre abiertos, dirán que no es el momento… porque al leer una simple copla…

“Sentenciado estoy a muerte,
si me ven hablar contigo.
Ya pueden los matadores,
aprevenir los cuchillos”.

… y fue tanto lo que me conmovieron estos cuatro versos, que quise transmitir. Y, al fin y al cabo, en eso consiste escribir.

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