“Videojuegos: la violencia a los mandos de un niño”, por Carmen Vicente.

Carmen Vicente Muñumer.

El pasado día 13, y a través de una publicación en Facebook de mi amiga Lorena Rivera, me enteré de que habían retirado del mercado un videojuego en el que se mostraba cómo violar y matar mujeres. Se hacía llamar Rape Day (día de la violación). Me quedé anonadada. Me preguntaba cuántas copias del mismo se hubieran vendido de haberse comercializado, y me daba miedo pararme a pensar en ello, porque sería como decir: ¿y toda esta gente piensa lo mismo que estos descerebrados?

Afortunadamente, en esta ocasión, la presión mediática ha hecho dar marcha atrás. No ha ocurrido lo mismo en otras ocasiones, habiendo por desgracia juegos altamente violentos en el mercado.

Pero realmente, ¿quién tiene la culpa de que este tipo de videojuegos esté en las casas de algunas personas, la mayoría en manos de adolescentes, jugando a cosas tan aberrantes? Primero, y en este caso, hay un personaje que tiene una idea y lo crea. Un personaje que dice que “no se puede prohibir la violación en la ficción, si no prohíbes también los asesinatos y la tortura”, y que “la moral no puede detener la industria del entretenimiento”.

Para este creador de videojuegos, la tortura, asesinato o violación es una forma más de entretenimiento. Me pregunto si es una persona que en verdad está en su sano juicio. Claro que entonces no sería el único…

¿Qué ocurre pues con las compañías editoras que financian este tipo de creaciones? Desde Chillex a Hatred pasando por GTA, Postal2, God of War o Carmaggedon, y llegando al actual Rape Day. La mayor parte de estas compañías son de EEUU, Japón o Reino Unido. Firmas como Sony o Nintendo, o estudios como Warner o Fox están entre los grandes publishers (editores) que anteponen el dinero a todo lo demás, independientemente del daño que pueda producir. Para ellos todo se reduce a números.

Por otro lado, me pregunto qué tipo de control se hace desde el Estado, para llegar a tener en las tiendas videojuegos de alto contenido violento. Aparte de la regulación de cara a la venta, esto es: la obligación de especificar si es para mayores de 18 años, la prohibición de vender a menores juegos para adultos, y la obligatoriedad de separar en las estanterías los juegos para menores y mayores de edad… poco más.

Pero, ¿debería ser suficiente esto, no para que no se comercialice, pero sí para evitar que menores de edad jueguen a matar? Desde mi punto de vista, sí. Es más que suficiente si, primero:

– quienes lo venden siguen las reglas legales. Y pongo un ejemplo:

Amnistía Internacional realizó en su día un experimento, usando a niños, en varias ciudades españolas. Dicho experimento consistía en que estos niños entrasen en tiendas especializadas a comprar un videojuego al azar calificado para mayores de 18 años. Hasta una niña de 9 años pudo comprar sin problemas este tipo de juegos. Sólo en una tienda de Vitoria, a uno de estos niños le negaron la venta, pero poco después, pudo hacerlo en otros dos establecimientos de la misma ciudad.

Y segundo:

– si algunos padres comprasen más con la cabeza y menos con el corazón, intentando agradar e ilusionar a sus hijos.

Y es que no se puede dejar todo en manos ajenas, cuando nosotros mismos tenemos la oportunidad, la ocasión y la decisión de no comprar algo que no es conveniente ni adecuado para los hijos. Tenemos, en última instancia, esa responsabilidad para con ellos, y señores/as… deberían asumirla.

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