Por encima de los 2.000 dólares por onza se ha disparado el precio del oro. A principio de la semana pasada superaba esa barrera por primera vez en su historia. Así, queda demostrado que el metal precioso es por excelencia el refugio de los inversores en tiempos de crisis.
El precio del oro sube sin resistencia alguna. El último pico lo situó en los 2.075 dólares por onza. ¿Por qué? Hasta ahora uno de los factores en contra del oro era que no produce rendimientos. Pero esto o ha quedado en un segundo plano porque las tasas nominales de los títulos de renta fija tradicionales siguen bajas. También los rendimientos reales negativos.
Con los bancos centrales inyectando liquidez, se está provocando una subida de la inflación que implica que se pierda dinero en los rendimientos ajustados. De este modo, en la medida en que los rendimientos reales siguen cayendo, el metal precioso como reserva de valor parece más atractivo.
En la medida en la que la oferta de activos de renta fija no tiene rendimiento positivo, aumenta la presión alcista de activos de refugio alternativo como el oro. Esto es porque los inversores tratan de hallar un medio para conservar los valores en vez de refugiarse en uno erosionado por la inflación.
Asimismo, suele ocurrir que la revalorización del oro coincide con la devaluación del dólar estadounidense. Esto se ha visto esta semana pasada. Mientras que el precio del oro subía un 4%, el dólar perdía un 0,5%. Si el billete verde está débil los inversores buscan un activo con el que poder adquisitivo.
Por último, en tanto en cuanto a los bonos del Tesoro de Estados Unidos bajan casi al límite inferior cero, resulta más difícil que se incrementen los rendimientos de la renta variable. Nuevamente, el inversor busca un alternativa para revalorizar su cartera.