“Menudencias y palabras mayores”, por Carlos Mª Bru Purón.

Carlos Mª Bru Purón.

“Siempre ha sido así…”, esa es la habitual respuesta que sirve como excusa a todo lo mal hecho y que en el fondo se quiere mantener.

Y lo mal hecho “de toda la vida” puede ser de envergadura –racismo,  machismo, clasismo, etc.-, o puede navegar por  las tibias aguas de la nimiedad.

I.-Menudencias: “¡No te enredes con ellas!” se nos dirá a quienes, incapaces o perezosos para arreglar el mundo, observamos pequeñas irregularidades que entorpecen un tanto la cotidianidad de propios y extraños, y que ahí siguen, basadas en el inconmovible “porque sí”.

(Me viene a la memoria, en este punto, un fallecido amigo, José Mª Riaza Ballesteros, ejemplar colaborador de Joaquín Ruiz- Giménez en “Cuadernos para el Diálogo”, “Izquierda Democrática” y “UNICEF España”,  quien diariamente dedicaba un tiempo  a detectar  defectos callejeros –aceras desconchadas, pasos de peatones borrados, bancos cojitrancos, contenedores rebosantes, etc.- para comunicarlos a la “autoridad competente” madrileña en aras de su más que improbable corrección).

Desprovisto de la generosidad de Riaza, el abajo firmante se va a referir aquí a algunos defectos de orden menor que le incomodan – lo cual es muy subjetivo- o, bien perturban, bien  quitan tiempo a cualquiera: en cuyo caso la denuncia y aún más improbable sanación favorecería a otros más, y uno quedaría, ¡qué bien!,  como filántropo de primera división.

Vamos a ello, con unos ejemplos:

1.- Circulo por una calle madrileña y busco, pongamos, el edificio numerado TREINTA Y DOS. Parece serlo uno grandote, con mucha tienda y oficina abierta al público. No aparece el portal de viviendas, es mucha acera y ni por asomo se ve en tales establecimientos  un rotulito, un simple rotulito con la cifra “32” o, para ponernos exquisitos, con el latinajo “XXXII”. Ni por asomo, no queda sino buscar el portal habitacional aunque la prisa,  la desgana de andar o la reducción de velocidad automovilística nos aconsejase saber, número  a número, pares o impares,  a qué altura estamos.

Está claro, el comercio madrileño está exento de la obligación de ofrecer numerarse en provecho del viandante e inclusive de sí mismo. ¿Lo es en aras de la estética “escaparatística”, lo es por ordenanza municipal –increíble-, o por narices?. Chi lo sà

2.- Tampoco la rotulación callejera se nos muestra muy obsequiosa en los madriles, el coste  de plaquita azul por centímetro cuadrado quizá sea elevado. Lógicamente, la esquina de los impares me muestra a mi izquierda una denominación, pero tal información debería completarse con la de la esquina a mi derecha, con el rótulo onomástico de la calle en perpendicular,  y así sé la altura de la manzana que busco. Pues, no señor, había que ahorrar en hoja de lata, para algo tiene Vd. el GPS….

3.- Volvamos a casa, o a la biblioteca pública, en este caso tras someterse  a laboriosos trámites y registros de cartera o mochila cuando no de ropa. Una vez el ansiado libro en mis manos, voy a la  página “87”, o “102”, que da la casualidad que no existen, hemos saltado del 86 al 88 y del 101 al 103, porque las intermedias son final o comienzo de Capítulo y el protocolo (¡oh, los “protocolos”!) editorial aconseja no emascular con una vulgar cifra el límpido blanco de la página transicional. En los libros de categoría, hay páginas sí, páginas no. No las busque Vd. en el índice, si quiere localizar algo vaya  a ojeo …

Y por cierto, las citas a pie de página se ven cada vez menos (¿será porque afean?), parece que los dichosos protocolos editores aconsejan llevarlas  al final del volumen,  con lo que hojeando que es gerundio, adelante y atrás, dediquemos largos minutos a la pesquisa en perjuicio del conocimiento.

II.- Palabras mayores.- A diferencia de los ejemplos  anteriores, lo que sigue es grave, atiende a esa categoría de esos profundos–pero, por desgracia, permanentes- males históricos que se citan en el párrafo 2º de este artículo.

Cuando leo una entrevista en medios de comunicación escrita, me quedo de piedra: el periodista habla de USTED al entrevistado, pero éste– habitualmente un famoso-  responde TUTEANDO a aquél. Así se recoge en unas y otras publicaciones diarias y semanales, con pocas excepciones en aras de la dignidad profesional y  humana del entrevistador.

No sé si también se trata de “protocolos” internos, en este caso de las asociaciones de prensa o de los rotativos mismos, pero es una auténtica vergüenza.

Me recuerda, con perdón, a aquellos limpiabotas que, arrodillados ante el cliente, habían de soportar el aviso de cambio de zapato a lustrar mediante ligero puntapié al cepillo o al trapo, cuando no a la mano del  operario.

Insisto, las entrevistas en prensa se nutren de un vergonzoso clasismo: la supremacía del / de la Influencer sobre el honorable gremio periodístico.

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