“María Teresa de Borbón–Parma, demócrata ejemplar y politóloga insigne”, por Carlos Mª Bru Purón.

Carlos Mª Bru Purón.

Mª Teresa de Borbón-Parma ha fallecido hace días en París víctima del Coronavirus, y el eco en los medios españoles ha sido escaso, hecho disculpable dada la avalancha de infaustas noticias ocasionadas por la pandemia.

Lo que no es disculpable, sino digno de repulsa, es el de la sección periodística donde ha podido leerse la noticia, ese “Gente”, “Estilo” o similares donde los rotativos rinden culto a la frivolidad. En soporte papel, ese “ABC” que mantiene aquella visión tan clasista como cursi de la ciudadanía en sus “ecos de sociedad”, bajo el mismo epígrafe “La Vanguardia”, “Liberation”, “Business Inside” y “El País” –este tan solo en su edición digital, parece que no merecía la pena gastar papel al efecto-, “El Mundo” etc., todos han desvirtuado la imagen de la difunta, la mayor parte de ellos sometiéndola en los titulares a un epíteto tan incierto como inadecuado , el de “princesa roja”. (Que el firmante de estas líneas recuerde, en los círculos del antifranquismo en que coincidíamos, la expresión se aplicaba a una “duquesa roja”, quien llevó por título el de Medina Sidonia, también encomiable luchadora pero de características muy distintas).

Mª Teresa, no obstante su adscripción a unos dudosos derechos dinásticos españoles en favor de su padre y, después, de su hermano, nunca hizo uso, ni probablemente habría consentido que se le atribuyese una calidad principesca tan antagónica a su proceder cotidiano. Y en cuanto a lo de “roja”, su seguimiento – junto al carlismo mayoritario – de principios de justicia social, basada en las “libertades y dignidad de los pueblos” y atenta a la “triple autogestión, cultural, territorial y económica” (mensaje carlista con ocasión del Montejurra 1974), anticipo del “socialismo participativo” que hoy define Pikkety, es algo común a todos los progresistas que trabajamos en ello sin necesidad de acudir a los componentes del arcoíris para que se nos identifique.

Excedería de los límites de este artículo enumerar los hitos de la participación del Partido Carlista en la lucha contra la Dictadura y en pro de la Democracia, desde los años 60 hasta la arribada de esta última. Pero no cabe omitir represalias franquistas continuadas –expulsión del territorio en 1968 a toda la familia Borbón–Parma, detenciones, prohibiciones de actos, secuestro de libros y periódicos (“Pensamiento Navarro”, “Diario de Navarra”, etc.), alineados o meramente simpatizantes, permanencia clandestina de Mª Teresa en España para coordinar la resistencia pacífica por parte de un Partido en plena marcha, paso adelante mediante el ingreso en la Junta Democrática hasta ese momento formada por el Partido Comunista y personalidades independientes (Vidal-Beneyto, Villalonga, Calvo Serer,), atracción a la misma del PSP (Tierno Galván ) y su culminación (1975) en Coordinación Democrática (vulgarmente, Platajunta), ya con el PSOE, UGT, Izquierda Democrática, DSC, PNV, USDE, PT, ORT, etc., donde Mª Teresa juega un importante papel de acción exterior por su formación académica, relaciones personales (Attali, Mitterrand, Andreotti, Galbraith), y-no es baladí- dominio de idiomas.

Pero el momento cumbre es el del ascenso a la –valga la redundancia- cumbre de Montejurra en 1976, acontecimiento trágico en que terroristas ultras consentidos, si no alentados, por las autoridades de Madrid, atacan con armas de fuego a los peregrinantes carlistas y consecuencia de ello mueren dos, Ricardo Gª Pellejero y Aniano Jiménez Santos. La lápida en recuerdo de estas dos personas, “vuestra sangre abrirá caminos de libertad” es preludio de los sucesivos crímenes –con mayor número de víctimas, Vitoria, Atocha, etc.,-cometidos por los violentos recalcitrantes del franquismo, pero la pacífica reacción ciudadana jalonó esos venturosos caminos.

Y una nueva injusticia operante en la Transición, ni el Partido Carlista ni la ORT fueron legalizados hasta después de las elecciones de 1.977, por lo que no pudieron concurrir a inaugurales de nuestra Democracia y ello ocasionó la no ocupación de probables escaños y lento declive de ambos.

La formación académica de Mª Teresa la indujo a partir de esos momentos a la vida universitaria, se doctoró en la Sorbona y en la Complutense y pasó posteriormente a ser Profesora de Sociología Política en esta Universidad. Sus investigaciones publicadas acerca del conflicto norirlandés, sobre la mujer en el mundo islámico, las reflexiones sobre su propio Partido (1977, 1979, 1997), así como sus Memorias (“Así fueron, así son” ,2009) dan muestra de una gran capacidad acerca de reflexión y síntesis, del dominio de un expresivo y vibrante castellano.

De las numerosas ocasiones en que la traté, recuerdo en Estrasburgo el acto “España/Europa” en la Asamblea del Consejo de Europa en 1.976, veloces llegada y salida de Mª Teresa acompañada de unos militantes (lo que dio lugar a típicos comentarios machistas por parte de antifranquistas todavía no despojados del pelo de la dehesa). Y cuando Fraga nos tachó de “traidores” a los asistentes, ella se adhirió al requerimiento notarial que yo hice al Ministro y le obligó a retractarse).

Recuerdo –muchos años después- visita conjunta en Córdoba al filósofo francés Roger Garaudy, interesados ambos por su evolución desde su anterior “comunismo cristiano” al sufismo y eventual puente entre sentimientos religiosos con positivas consecuencias políticas (tal como le proporcionó con la “Casa de las Tres Culturas” su anfitrión el Alcalde Julio Anguita), … pero nuestra decepción ante el nuevo fanatismo del francés. Y cuando llegó a negar el holocausto, dio ocasión a que una Mª Teresa – hija de un recluido por años en Dachau- le cortase de buenas maneras y a que, por mi parte y no tan exquisitamente, diese por terminada la visita.

Recuerdo coincidir en El Salvador, hospedados en la residencia de los entonces Embajadores de España, mis cuñados Fernando Álvarez de Miranda y Luisina, quienes tanto hicieron por el logro de la paz en aquel país. Y la lógica invitación de que examinásemos, con prudencia, los aconteceres revolucionarios en las propias calles de la capital. Consecuencia de ello visitas a los jesuitas de la UCA y común admiración por su labor. Y una visita a un semi -tolerado Sindicato donde dimos con la sorpresa de que en el subsuelo, al que nos invitaron acceder, dimos con miembros armados del FMLN, de quienes nos despedimos rápido, no por falta de curiosidad, sí por no comprometer al Embajador.

Y, el más reciente y agradecido recuerdo, las palabras que Mª Teresa pronunció en un inmerecido homenaje que hace tres años se me ofreció como único superviviente del “Contubernio de Munich”, y en las que su inconfundible acento franco-español y su buen decir marcaron una intervención, como todas las suyas, plena de sentido y cercanía humanos.

Otras muchas personas, españoles y de otras latitudes, podrán dar testimonio de lo mucho bueno que Mª Teresa de Borbón-Parma ha aportado a otros muchos más.

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