Ella tuvo un amor de adolescencia que hizo revolotear pétalos rojos y sangrar todas las maderas de su bosque. Un amor de juventud que rebosó la bañera anunciando el mar, un amor treintañero que trepó como la yedra acelerada y se disolvió como la sal en el agua, después de ser pavo real.
Volvió el mar y apareció y desapareció como las olas grandes que a veces lamen la playa. Ahora sueña con un amor que en un futuro acompase su paso con el del bastón y crezca como la hierba en invierno, lenta y jugosa, cálida y verde.