“La doctora que cuida los ojos altruistamente del mundo, Elena Barraquer”, por Antonio Abarca.

Antonio Abarca.

Delante de la doctora Elena Barraquer (Barcelona, 1954), uno pierde la noción del tiempo, te transmite paz y relaja tus sentidos. No aciertas a comprender cómo detrás de su frágil apariencia, su transparente mirada y, sobre todo, su mágica sonrisa, se esconde una mujer de carácter fuerte, eficaz continuadora de una estirpe familiar marcada por la oftalmología. Algo más que una profesión familiar de la que ella forma parte de la cuarta generación que inició su abuelo Ignacio, siguió su padre, Joaquín, y ahora continúan su hermano Rafael y ella misma.

Una saga ejemplar, pionera en su especialidad y altruismo. Su abuelo se hizo popular por recibir a todo tipo de pacientes, atendiendo a quienes no podían pagarle con el mismo empeño y eficacia como aquellos que entraban por la puerta de la consulta privada. Este espíritu lo sigue manteniendo la familia hoy en día, aunque ha ido más allá. Hace más de dieciséis años crearon la Fundación Barraquer para atender fuera de nuestras fronteras, principalmente en países como África o Asia, donde el problema de las cataratas en niños y adolescentes es primordial.

Gracias a la venta del Mercedes 540K de su padre, Elena Barraquer pudo conocer otro mundo. Esta oftalmóloga catalana hizo a finales de 2004 su primer viaje humanitario a África. Fue al sur de Senegal. Le apenó la extrema necesidad y le sorprendió la sonrisa de los niños pese a no tener nada o casi nada. La primera aventura de la Fundación Barraquer iba de la mano de la ONG SOS Infancia Solidaria, una toma de contacto inicial para hacer diagnóstico y poder pasar a la acción. Barraquer se quedó afectada con lo que vio. Había que volver.

La vuelta a la rutina después de tantas emociones obliga a reajustar realidades. Los que hemos vividos experiencias similares sabemos que se vuelve con todo redimensionado, ves lo que tienes y lo poco que a veces se valora. Y te vuelves menos tolerante con las personas de aquí, que a veces exigen demasiado. Allí, una sonrisa y un simple gracias hacen que haya valido la pena el esfuerzo.

Estos desplazamientos le suponen estar fuera de casa varias semanas al año. En nuestro encuentro en noviembre en su inauguración de “Elena’s Shop”, la mirada solidaria en una tienda espectacular que sus ingresos van destinados para continuar cuidado la vista al mundo, me lo cuenta feliz, sin perder el ánimo ni la sonrisa, ni con la sensación de quien lleva haciéndolo como un sacrifico: es sólo su trabajo, una labor que le apasiona y por la que llegó a una determinación. Tras trece años en marcha, 100 misiones médicas, 12.000 cirugías, 80.000 vistas oftalmológicas y 50.000 gafas entregadas. La Dra. Barraquer decide dar un paso adelante, con el fin de continuar con esta labor, desde junio de 2017 la Fundación lleva su nombre, aunque Elena Barraquer sigue codirigiendo la clínica de la que sigue siendo copropietaria con su hermano.

Devolver la vista es devolver la vida. A niños que no tenían ni amigos, adolescentes que no tenían trabajo, a personas mayores como aquel hombre que le regaló el bastón que no volvería a necesitar nunca más…

Por regla general funcionan a partir de las solicitudes recibidas por diversas oenegés desde países como Marruecos, Senegal, Niger, Guinea, Camerún, Mozambique, Kenia, Malawi, India o Bangladesh, lugares donde las cataratas y el glaucoma son verdaderamente un problema, a causa de la fuerte luz solar y la malnutrición.

Actualmente han finalizado una expedición a Uganda, han intervenido 169 cataratas y pasado 490 consultas.

Sus redes sociales son unas de las más visitadas con sus hashtag #nomascataratas.

Solidaridad y humanidad desprende la Dra. Barraquer y su equipo, algo que ni las más valiosas distinciones públicas pueden reconocer la labor de esos grandes profesionales y de sus corazones.

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