“La dignidad pendiente”, por Isabel Viña.

Isabel Viña.

Entraba a las nueve de la mañana en la casa de José, uno de los dependientes (usuarios) de los que tengo a mi cargo. Llegué, le levanté y lo llevé a la ducha, le enjaboné y le dije:

– “Hasta mañana José, pasó tu media hora, mañana te tendré que aclarar”.

Este es un ejemplo real de lo que estamos viviendo en el sector de la dependencia, más en concreto en ayuda a domicilio.

Primero: las partidas presupuestarias destinadas a la dependencia ni aumentan ni disminuyen, siguen igual que hace 10 años, tanto en los Ayuntamientos como en las Comunidades Autónomas (salvo alguna excepción).

Las trabajadoras y los trabajadores estamos poco valorados, marginados. Las autoridades pertinentes nos ven como si fuéramos chachas y no, no somos chachas, somos psicólogas de la gente dependiente, su paño de lágrimas, gestoras, su consuelo ante la soledad, cuidadoras… En definitiva, profesionales en el más amplio sentido de la palabra.

Los expedientes de las solicitudes para adquirir el servicio acumulados en los despachos, con una media de un año para darles salida. En esta trágica y desesperada espera, muchos de nuestros mayores fallecen, se quedan en el camino. Algunos, incluso, recibieron la notificación de la aprobación del servicio cuando ya estaban debajo de la tierra. Desahuciados por la burocracia más cruel, por las políticas sociales de la derecha más conservadora.

Segundo: la Ley de Dependencia, ley creada y ejecutada por un Gobierno socialista (durante el mandato de José Luís Rodríguez Zapatero), en estos momentos esta en decadencia, sin respiro y sin partida presupuestaria. Pedro Sánchez en sus mal logrados presupuestos, contemplaba un aumento económico importante para esta ley, con el fin de afianzar, consolidar y dar empoderamiento a uno de los sectores, la dependencia (junto con la sanidad y la educación), más importantes dentro de las políticas sociales que debe tener un estado de derecho.

Tercero y último: Los y las ciudadanas tenemos que pararnos a pensar un momento; pensemos en el dicho popular castellano “LO QUE TÚ ERES YO FUI, LO QUE YO SOY TÚ SERÁS”, se lo decía un viejito a sus hijos. Es cierto, todos y todas necesitaremos en algún momento de nuestra vida a alguien que nos cuide, que nos asista y atienda profesionalmente. No es posible que estén dando altas nuevas a cuentagotas, muchas de ellas de media hora diaria. Así no se atienden las necesidades de ningún dependiente.

Y ya no es solo dignificar esta profesión, no; sino dignificar y dar a nuestros mayores la mejor calidad de vida posible. Son ellos los que pelearon por y para que disfrutáramos de una democracia, y dentro de esa democracia debería existir unos servicios sociales dignos de un país solidario y social.

Decía Quevedo: “Todos deseamos llegar a viejos, y todos negamos que hayamos llegado”. Tenemos que pelear ya no solo por unos derechos laborales, sino pelear por nuestros derechos sociales. El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza. Esa esperanza y esa lucha continúa, sin decaer, no permitamos que nos quiten, roben y destruyan los derechos conseguidos después de tanto sufrimiento.

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