Karam Ilahi Zafar, un hombre bueno

Karam Ilahi Zafar, un hombre bueno

Nicolás Ferrando, autor y editor de muchos libros de temas madrileños, prepara una publicación sobre el emblemático barrio de Salamanca de Madrid que verá la luz en 2019. Ha querido compartir parte de su investigación con Diario Progresista y quiere destacar el mensaje y la trayectoria de Karam Ilahi Zafar, un hombre bueno hindú que trajo a España un mensaje de paz, amor y fraternidad que vivió en esta zona noble de la capital. Nos adelante este retazo de su trabajo a través de las siguientes líneas que transcribimos a continuación.

En el barrio de Salamanca, más exactamente en la antigua calle Lista nº 58, vivió un personaje emblemático que revolucionó a la alicaída y enmudecida sociedad madrileña en 1946, donde la postguerra se hacía notar con un duro racionamiento en la población que recién se eliminó en el año 1952. Este indio, proveniente de una región al suroeste de la India, vino a España como misionero de una nueva rama del Islam que traía un mensaje de amor, respeto y paz que enseñó y profesó a finales del siglo XIX Hazrat Mirza Ghulam Ahmad de Qadian (India) (1835-1908), su Santo Fundador. No obstante, no fue, en un principio, más conocido por ser el representante y portavoz de la comunidad Ahmadía musulmana en un tiempo que la única y obligatoria religión era la católica, sino por vender perfumes y esencias sofisticadas que fueron un verdadero reclamo para las acaudaladas señoras del barrio y de otras partes de la capital.

En 1947, a un año de arribar a este país, la comunidad Ahmadía musulmana pasó por un momento muy delicado en su historia debido a la crisis de la India con su vecino Pakistán y el destino que le prefijaron a Karam Ilahi Zafar desde la sede central en Pakistán era Londres, puesto que si se quedaba en España su comunidad no podía hacerse cargo de él. Karam Ilahi Zafar meditó interiormente una decisión que cambiaría su vida y la de su progenie. Determinó que su lugar estaba aquí, en el barrio de Salamanca de Madrid, y apostó decididamente por crear su hogar en estas calles.

Para mantener a su familia y difundir el mensaje de la comunidad Ahmadía musulmana comenzó a elaborar unas excéntricas y exóticas fragancias que aprendió a hacer en su tierra natal. Sobre esto, su hijo Qamar Fazal me ha reconocido que “tenía un olfato envidiable, tan fino y selecto como el de los buenos catadores de vino, un sexto olfato, cómo él decía y ese era su principal secreto”. Las empezó a comercializar en pequeñas tiendas del barrio, sobre todo peluquerías del barrio, y no tardó en ganarse una inigualable fama. Montó un puesto en el mercado navideño de Torrijos, en la calle Conde Peñalver y otro, durante todo el año, en el Rastro, entre las castizas plazas de La Latina y Tirso de Molina. Posteriormente, recorrió varias ciudades españolas en diversas Ferias de muestras e insufló nuevos y extraños olores como el “Mitsuko”, una loción de origen japonés de color negro.

Se cuentan muchas historias de película en torno a los perfumes de Karam Ilahi Zafar. Se dice que Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, era una asidua clienta que disfrutaba en demasía de sus esencias de rosa, jazmín y violeta. Hay constancia documental de que mantuvo relación con Franco y muchos de sus ministros, que se interesaron por su labor aunque originalmente tuvieron recelos de este extranjero que se ganó el corazón de los habitantes del barrio. Su turbante, su vestimenta y sus costumbres no encajaron en un inicio y fue detenido en repetidas ocasiones por la policía que no encontró delito alguno que imputarle. Karam Ilahi Zafar tan solo hablaba de amor al prójimo y de “un Dios Único, Indivisible, que no tenía forma ni figura, que no tenía ni padre ni madre, que existía antes que el sol, que la luna, que escuchaba sin oídos, y que nos observaba sin ojos”,  pero que tenía los mismos principios que la religión imperante en ese momento.

Nos relata su hijo que entre la época de los años 50’- 60’ cuando era detenido en las dependencias de la DGS por hablar del islam, un inspector de estas dependencias llegó a decir a Karam Ilahi Zafar que “la próxima vez que le pongan una denuncia no le detendré, pues corro el riesgo de que acabe convenciéndome de sus creencias si viene mucho por estas dependencias”, dado que hablaba del islam de la Paz entre los allí presentes. Esto describe el carácter noble del vendedor indio de perfumes de Torrijos.

Entre los primeros conversos hacia la nueva fe que pregonaba se encuentra el escritor y crítico literario Antonio Iglesias Laguna, que obtuvo el premio nacional “Emilia Pardo Bazán” y gozó de un gran prestigio intelectual puesto que dio numerosas conferencias en el Ateneo de Madrid. Traducía al castellano las enseñanzas áhmadi musulmanas.

En la década del 60′ comenzó una cierta normalidad para su culto debido a que el Cardenal y Arzobispo de Sevilla, José María Bueno Monreal, le envió una carta alabando su forma de vida y sus preceptos recogidos en el libro La Filosofía de las Enseñanzas del Islam. En 1965 se entrevistó con Manuel Fraga que rubricó la correspondencia de Bueno Monreal y le dio un cierto reconocimiento. En el año 1965 el Concilio Vaticano II declaró que cada persona tiene derecho a la libertad religiosa. La España de Franco, en donde la católica era oficialmente “la religión del Estado español”, se vio obligada a recoger el guante. Y fue así como tímidamente a finales de los sesenta comenzó este derecho en el país, con una ley en el 67, ya derogada, y sus posteriores desarrollos normativos, algunos aún en vigor. En 1968, el año en el que comenzaron a fraguarse muchas libertades, también se pusieron las bases para que cada español pudiese profesar su propia religión públicamente.

No obstante, a pesar de estas aperturas, las autoridades seguían denegando la publicación de los libros que luego vieron salida tras la Transición. Los boletines mensuales sufrían censura a pesar de la incipiente apertura, aspecto que muestra que esta nueva legislación tardó en aplicarse en la práctica y las altas esferas del poder fueron muy reticentes a ella.

Karam Ilahi Zafar no desaprovechó esta cierta apertura y comenzó a construir los cimientos de la comunidad Ahmadía en España. A finales de los sesenta, se le otorgó la acreditación de “Ministro de Culto de la comunidad Ahmadía musulmana”, acreditación que le permitía reunirse a puerta cerrada para celebrar reuniones y realizar ritos religiosos musulmanes. Con mucho esfuerzo logró, ya en la Transición, que le permitieran construir la primera mezquita en la localidad de Pedro Abad (Córdoba) en 1982, que constituyó la primera mezquita edificada en España después de 700 años. Emprendió la ardua tarea de llevar su fe a Portugal, donde fundó también la comunidad Ahmadía musulmana en Portugal.

Hay que remarcar que los beneficios de su venta de perfumes iba destinada íntegramente a la comunidad Ahmadía en España, a la que forjó con mucho tesón y empeño. Vio, por suerte, los resultados de su magna obra encarrilada cuando murió, en 1996, en la ciudad de Granada. Se encuentra enterrado en el cementerio municipal de Pedro Abad, Córdoba, localidad donde fundó la mezquita.

En el barrio de Salamanca todavía se le recuerda, muchas personas con una cierta edad nos han hablado de sus fragancias, que aún conservan, de su personalidad bondadosa y de su mensaje, que ha supervivido en la memoria colectiva y ha traspasado fronteras.

José Luis Rodriguez Zapatero le envió una carta en enero de 2005 con ocasión de la primera visita del Jalifa, una persona equiparable con el Papa católico, de la comunidad Ahmadía que se publica en primicia en Diario Progresista que es un documento histórico excepcional y que demuestra el compromiso del presidente Zapatero con las confesiones minoritarias.

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