¿Es Nicaragua una democracia?

¿Es Nicaragua una democracia?

Hace tiempo que Daniel Ortega, presidente nicaragüense, convirtió la democracia en Nicaragua en una suerte de Estado a su antojo. El nepotismo –su esposa es la vicepresidente— y la corrupción campan a sus anchas sin freno alguno, es más, con la connivencia del jefe del Estado.

Todo se hace según el deseo de la pareja presidencial, de Ortega y Rosario Murillo, callando voces y discrepancias. Ni qué decir de la posibilidad de una alternancia política.

La maquinaria que ha creado y desarrollado el presidente de Nicaragua está perfectamente engranada para abortar cualquier atisbo de disidencia. Menos aún de rivalidad.

Para ello vale casi todo… o todo. Si las voces demócratas se alzan contra él y su Gobierno, sus mecanismos las engullen. La judicatura está sometida a sus deseos, también la fiscalía y la policía.

Da igual si se emplean calumnias porque sirven para que se abran enloquecidas investigaciones para acabar con todo aquel que discrepe. Y todo ello se traduce en represión, persecución y aplastamiento de opositores e, incluso, periodistas.

Es lo que viene sucediendo en las últimas semanas. El ejemplo más esperpéntico ha sido el caso de la detención domiciliaria de Cristiana Chamorro.

Es la hija de Violeta Chamorro, presidente de Nicaragua entre 1990 y 1991, y una leyenda de la oposición asesinado en 1978 por la dictadura de Somoza.

Ahora se la acusa de lavado de dinero en su ya desaparecida fundación. Un elemento más destinado sólo a hacerla desaparecer de la vida política. En enero anunció que se presentaría a las elecciones presidenciales de noviembre.

Desde entonces ha sido hostigada por el régimen de Ortega. Para empezar, la inhabilitaron. Después, la acusaron. Ahora la han detenido y no parece que las exigencias de Estados Unidos para su liberación vayan a surtir efecto.

No se permite oposición política ni mediática en Nicaragua

Todo ello, alentado y jaleado por los medios ‘orteguistas’, sigue el mismo guion que en 2007 escribió el que fue líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional que derrocó, al grito de democracia, el régimen dictatorial de Anastasio Somoza.

Y es que la ofensiva para acabar con cualquier disidencia se ha recrudecido, alcanzando, mediante amenazas, a periodistas e incluso a figuras relevantes como el escritor Sergio Ramírez.

Ya nadie duda de que la mejor solución para Nicaragua es que Ortega abandone el poder y convoque elecciones libres. Sin embargo, se antoja un casi imposible. Tampoco duda nadie que a sus 75 años lo haga por propia voluntad después de 14 años como presidente por segunda vez.

De ahí la imperiosa necesidad de que se incremente la presión internacional y que se tomen medida realmente punitivas contra sus prácticas.

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