“Entre el miedo y la vergüenza ajena”, por Pedro Molina Alcántara.

Pedro Molina Alcántara.

Como aprendiz de analista de la política estadounidense, es natural que no pudiese  evitar la tentación de escribir algo sobre el bochornoso asalto al Capitolio que la semana pasada protagonizaron unos seguidores radicalizados del todavía presidente Donald Trump -lo será como máximo hasta el próximo 20 de enero-.

Ya se han vertido ríos de tinta al respecto, así que será complicado añadir algo que pueda resultar algo novedoso. Por ello, os pido a quienes me honráis leyéndome, que me permitáis que os comparta un ejercicio mental: cuando Mr. Trump se postuló para la presidencia de los Estados Unidos me pregunté por las razones que lo habían llevado a tomar esa decisión y me vinieron a la cabeza tres:

  1. Servirse de la presidencia para revitalizar sus negocios.
  2. Triunfar en la política, tras una carrera supuestamente llena de éxitos en el mundo empresarial -aunque también repleta de fracasos, bancarrotas y dudosas triquiñuelas para levantar su imperio-.
  3. Blindarse jurídicamente frente a sus posibles problemas con los departamentos del Tesoro y de Justicia -recordemos que el presidente de los EE.UU. puede incluso auto indultarse, llegado el momento.

Conforme fueron sucediéndose los acontecimientos, llegué a la conclusión de que se trataba un poco de todo, pero con predominancia de la razón número dos. Me cuadraba con la imagen narcisista de tipo duro que proyecta, de macho alfa que no conoce la derrota en nada de lo que se propone. Sin embargo, al verlo aferrarse al cargo a toda costa en una huida hacia adelante pueril pero muy peligrosa para las instituciones y para su propio pueblo; no puedo más que pensar que sí, que hay mucho de megalómano con mal perder; no obstante, también creo que habita en su interior un niño asustado al que las cosas se le han ido de las manos y tiene miedo de las consecuencias. Ahora bien, la realidad es que no es un niño y debe asumir sus responsabilidades como se espera de un adulto. Serán los representantes del pueblo a través de sus instituciones y procedimientos quienes las determinen.

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