“El Socialista” (I), por Eusebio Lucía Olmos.

Eusebio Lucía Olmos.

Fue a partir de la huelga madrileña de tipógrafos (1882) cuando se decidió la creación de un periódico de la organización socialista, ideando para ello la emisión de acciones por importe de una peseta, según el modelo seguido por los internacionalistas con el semanario “La Emancipación”, medio de expresión del grupo de trabajadores de la Nueva Federación Madrileña, núcleo marxista español de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). A pesar del entusiasmo que les acompañó, el 31 de diciembre de 1884 se habían repartido 1.380 acciones, ingresando tan sólo 960 pesetas, de las que había que descontar los gastos ya ocasionados.

La crisis política tras la muerte de Alfonso XII, en noviembre de 1885, animó a retomar el proyecto iniciado tres años y medio atrás. Los afiliados poseedores de alguna acción celebraron junta a finales de enero de 1886 para decidir el lanzamiento, ideario y composición de los consejos de administración y redacción. De las cuatro bases planteadas, tres no supusieron problema alguno para su aprobación, pues era el propio programa del partido, ampliado con el informe presentado a la Comisión de Reformas Sociales. El contenido de la cuarta provocó, sin embargo, una encendida diatriba: “Combatir a todos los partido burgueses y especialmente las doctrinas de los avanzados, si bien haciendo constar que entre las formas de gobierno republicana y monárquica, “El Socialista” prefiere siempre la primera.” El joven doctor Jaime Vera, que apoyaba un mayor acercamiento a los republicanos, defendió con infructuoso ardor su tesis frente a la vencedora encabezada por Iglesias. La aprobación del texto, tal como estaba planteado, provocó el alejamiento temporal de la organización de dos de sus fundadores – el propio Vera y Francisco Mora –, así como de un nutrido grupo de socialistas barceloneses.

Además de las cuatro bases de funcionamiento del periódico, en aquella reunión quedaron también aprobadas tanto la composición de los consejos de redacción y administración, como la determinación de la fecha de salida del periódico: el 1 de marzo siguiente. Se preparó un prospecto de lanzamiento con 4.000 ejemplares, distribuidos a mediados de febrero, y en el que Pablo Iglesias anunciaba su aparición: «El primero y principal propósito de «El Socialista» será procurar la organización de la clase trabajadora en partido político distinto y opuesto a todos los de la burguesía, desde el más retrógrado hasta el más avanzado». Tal lanzamiento hubo de acompañarse de una campaña promocional del propio Iglesias y el socialista catalán José Caparó por poblaciones de esa región, seguida de otra de aquél en solitario por diversas capitales andaluzas, así como la de Quejido por las castellanas, ya que el censo activo de la organización – difícil de determinar, por su carácter clandestino – no debía de alcanzar en aquellos primeros años ni el par de centenares de afiliados.

De regreso en Madrid, el semanario vio por fin la luz con un pequeño retraso sobre la fecha prevista – el 12 de marzo de 1886 –, gracias al empeño de todos los afiliados, fuese el que fuese su oficio. Hubo además otros que no se conformaron con participar de manera directa en la puesta en marcha de este medio de prensa obrera, sino que además lo dejaron historiado para la posteridad, como el impresor madrileño Juan José Morato: “Había un capital poco mayor de novecientas pesetas; existía un Consejo de Redacción compuesto de tipógrafos (Iglesias, Matías Gómez, Quejido, Valentín Diego Abascal y Pauly), de los que dos eran redactores nominales – los últimos – y otro se disponía a dejar Madrid en demanda de trabajo. Es decir, quedaban para escribir Iglesias y Gómez. Se redujeron los gastos a un límite inverosímil, que entonces se consideró infranqueable. Local para Administración, 15 pesetas mensuales; retribución del director (Iglesias), 30 pesetas semanales; imprenta, un tanto por tirada y pago directo de las líneas compuestas a los cajistas, realizando Iglesias la corrección, ajuste y demás operaciones; papel, lo que costase el más barato y no pagando al contado; un repartidor, 10 pesetas; franqueo… Libros, cajas, recibos, callejeros y cierre, gratis, y cuerda y engrudo poco menos. Los “técnicos” aquilataron hasta el céntimo, y la buena voluntad de tipógrafos, impresores, encuadernadores, albañiles, guarnicioneros, barberos y hasta vendedores de petróleo hizo lo demás.”

La cabecera del semanario indicaba que aparecería los viernes, fijando su redacción y administración en la calle Hernán Cortés, 8, piso principal. Era el domicilio de un compañero de la sociedad “El Arte del Hierro”, Ruperto Sánchez, donde vivía con su esposa y sobrina, y en el que Pablo Iglesias consideró que, por sus obligaciones al frente del semanario, debería de instalarse también como huésped. Iglesias compatibilizaría así habitación con la redacción de “El Socialista” durante nueve años, hasta los primeros meses de 1896, en que inició su convivencia con Amparo Meliá en un cuarto interior de la calle Bailén 15, junto a los jardines de la Plaza de Oriente. La publicación, de 43 x 31 cm, constaba de cuatro páginas impresas a tres columnas, imprimiéndose en la imprenta madrileña de Regino Velasco, calle del Rubio, 20. El precio del ejemplar era de 5 cts. No obstante, y a pesar de los mínimos gastos, en agosto se había agotado el capital inicial y contraído deudas, por lo que hubo que disminuir más aún aquellos. El molde sería compuesto gratuitamente por cajistas voluntarios, abriéndose una suscripción permanente para sufragarlos. Se redujo a 15 pesetas el salario semanal del director, recaudándose también por suscripción el resto hasta completar las 30 pesetas asignadas, lo que le permitiría vivir y entregarse por entero a la causa obrera. En la práctica, tuvo que llevar también la administración del periódico, ajustar las páginas en la imprenta – hasta poco antes de que se convirtiese en diario, 27 años más tarde, iría todos los miércoles a realizar este cometido –, corregir las pruebas y ayudar a componerlo. Hipólito Pauly, Antonio Atienza, Francisco Diego, Juan José Morato, Baldomero Huetos y algún otro compañero, escribirían y compondrían en esta primera época.

“El mismo individuo que escribía una artículo ayudaba a componer “El Socialista” desde la primera línea a la última, y luego llenaba fajas y las pegaba, y si venía el caso metía las costillas debajo de los paquetes y los trasladaba a Correos; la misma mano redactaba una soflama, la repartía por las calles y en cafés y tabernas; el mismo orador que pronunciaba un discurso distribuían candidaturas en las puertas de los comicios.” Pero, a pesar de las enormes dificultades, semejantes a las que fue encontrando la organización obrera para su expansión, el semanario iría consolidando lentamente su difusión, a lo que contribuyeron en gran medida las crónicas y los apoyos económicos que mandaba desde París el interlocutor del partido obrero ante el socialismo internacional, José Mesa Leompart. De hecho, el semanario y la organización obrera, en su doble vertiente política y sindical, se retroalimentaban mutuamente, pues al tiempo que aquel difundía la ideología del partido, fomentaba la constitución de nuevos grupos en diversos puntos del país.

Pero, iniciemos un breve resumen de la andadura de la peripecia periodística resumida cronológicamente: En octubre de 1887, el periódico publicó un artículo del gran escritor Felipe Trigo, titulado “La prostituta”, que ocasionó la primera denuncia sufrida. Lo sería reiteradamente, tanto por las autoridades civiles como las militares, a pesar de que en muchos de los casos las denuncias no ocasionaran procedimiento judicial alguno, sino la pretensión de arruinar económicamente la publicación y evitar su difusión. El 2º Congreso del partido, celebrado en Bilbao en agosto de 1890, aprobó que el semanario pasara a ser propiedad de aquél, pues los dueños legales seguían siendo los de las acciones emitidas. Se acordó su sostenimiento mediante el abono de 10 cts. mensuales por parte de cada afiliado con trabajo, debiendo aprobarse la gestión de los consejos de redacción y administración en cada Congreso. El 1º de mayo de 1892 se inició la edición del correspondiente número extraordinario, con artículos originales de conocidos autores españoles y escritos de personalidades del socialismo internacional. En septiembre de 1897, abrió la campaña contra las guerras de Cuba y Filipinas, publicando el artículo de fondo “Asesinos”, que finalizaba con la famosa consigna “¡O todos o ninguno!”.

El 5º Congreso del PSOE, celebrado en Madrid en septiembre de 1899, aprobó la emisión de 100.000 acciones de 1 peseta, con objeto de ser publicado diariamente. Una vez colocada la mitad, se decidió montar una imprenta e iniciar la publicación diaria y vespertina. Además, el periódico insertaría anuncios de pago. Pero el proyecto fracasó. En el año 1901 se producirán sucesivos cambios de imprenta, hasta que en julio comenzó a imprimirse en la de Inocente Calleja – amigo y protector de Iglesias desde la Primera Internacional y uno de los fundadores del PSOE –, en la calle de Pizarro, 16, que al año siguiente se trasladaría a la de Mendizábal, 6. A partir de ahí, el periódico será testigo y noticiero de cuantos hechos de importancia vayan a acontecer tanto en el socialismo como en el país, pues no en balde las vicisitudes históricas de ambos van a ser parejas.

El 25 de noviembre de 1904, Pablo Iglesias ingresó en la madrileña Cárcel Modelo, para cumplir la condena de un mes y 21 días de arresto mayor por injurias a la Guardia Civil en un suelto publicado, permaneciendo en prisión hasta el 24 de enero de 1905. En febrero de 1909, Juan Almela, su hijastro, publicó un primer artículo de una serie para animar a la transformación del semanario en diario. A consecuencia de la huelga general contra el embarque de tropas para África y la declaración del estado de guerra en Barcelona, con la suspensión de las garantías constitucionales en toda España, el 30 de julio de 1909 son secuestrados todos los ejemplares de “El Socialista”. Contenía un manifiesto contra la guerra de Marruecos y la política del gobierno, así como un llamamiento a los comités del partido y el sindicato para declarar la huelga general el 2 de agosto. Las noticias sobre las importantes vicisitudes por las que iría pasando la organización, a consecuencia de su participación en la Conjunción Republicano Socialista, a partir de noviembre de 1909, encontraron también en “El Socialista” un magnífico medio de difusión.

El 9º Congreso del PSOE, celebrado en Madrid en septiembre de 1912, acordó de nuevo la publicación como diario a partir del 1 de enero de 1913, así como el nombramiento del director por el Congreso, aprobando la incompatibilidad de este cargo con el de presidente del Comité Nacional, motivo por el que Iglesias quedó apartado de la dirección del semanario. El Congreso eligió a Antonio García Quejido como director, quien no llegó a tomar posesión por no aceptar el Comité Nacional, según lo acordado en el Congreso, que éste designara libremente a los miembros del Consejo de Redacción, aunque fue respaldado por las agrupaciones. En diciembre se nombró a Mariano García Cortés director de “El Socialista” por parte del Comité Nacional. Estas circunstancias retrasarían la salida hasta el 1 de abril de 1913, en que por fin se convirtió en diario de la mañana. En el mes de junio inició la campaña “¡O todos o ninguno!” contra la guerra de Marruecos, rememorando la de 1897 – 1898, siendo denunciado por la ley de Jurisdicciones.

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