“El desgaste de ‘no usar’”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
Suele ocurrir que, nos acostumbramos a tener cosas que finalmente nos olvidamos que están ahí, precisamente por el hecho de haberlo tenido siempre. Pero… ¿qué ocurriese si esas cosas las perdiésemos o nos las quitasen? Seguramente notaríamos su ausencia y protestaríamos enérgicamente para volver a recuperarlas.

Tal vez esto es algo bueno para reflexionar. Porque hoy es el día idóneo para ello: día de reflexión. Mañana se celebran elecciones generales en España y, acaso, ya estamos pensando en nuestro plan dominguero. Pero seguro que, por encima de todo lo que pensemos, hay algo más relevante, algo incluso que será el instrumento no solo de nuestro futuro sino el futuro de muchos más, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros conocidos…

Con la posibilidad de ejercer un derecho, no seamos tan ilusos de ignorar la fuerza que puede tener nuestra decisión. Porque… y esto es algo que todos tenemos que tener presente, “si nosotros no decidimos, otros lo harán por nosotros”… No nos quedemos en casa. Yo, mañana, por supuesto que iré que votar por el futuro.

A modo de reflexión, y si queremos buscar en el origen y las consecuencias, pensemos, por ejemplo, en la palabra “voto”, etimológicamente hablando. Para quienes somos amantes de las palabras, nos gusta sumergirnos de vez en cuando en el océano literario del que nos sentimos parte, aspirando a ser simplemente una molécula, pero una molécula que rebosa dignidad.

La palabra “voto” tiene su raíz en el latín, proviene de la palabra latina “votum”, cuyo significado es “promesa a la que nos comprometemos por devoción”. Todos creemos en algo, todos creemos en un futuro. Y voto más o menos puede servir para abrir o cerrar el camino hacia ese futuro. Un futuro simple: que nuestras familias tengan la atención sanitaria que precisen, que nuestros mayores no se hundan en la soledad, que nuestros hijos reciban una educación de calidad, que los trabajadores puedan trabajar y que los pensionistas no tengan suplicar lo que se merecen por tantos años de trabajo. Ese es el futuro mínimo que seguro todos queremos, el futuro de quienes nos rodean.

Luego hay un futuro más extenso pero que también nos abarca. Recuerdo ahora, una de mis palabras favoritas, con gran significado, la palabra “democracia”. Proveniente del griego, dos vocablos intensos la conforman. “Demos”, cuyo significado es “pueblo”. Y “krátos”, que significa poder. Eso es la democracia, el poder del pueblo. El poder de decidir. Decisión que materializamos con nuestro voto. Vamos, pues, a dejar pasar la oportunidad de ejercer  nuestro derecho a ser oídos?. Yo, personalmente, no lo haré. Yo mañana votaré.

Decía Tony Judt, historiador y escritor británico: “Por qué es importante la votación: porque, como sabían los griegos, la participación en la forma en que se nos gobierna no sólo aumenta el sentido colectivo de responsabilidades por los actos del gobierno, sino que también contribuye a que los líderes se comporten honestamente”. Más claro imposible. Somos parte de un conjunto de decisiones que recaerán precisamente sobre nosotros, los ciudadanos. Por lo tanto, lo más ético es que podamos elegir la dirección en que nos van a afectar esas decisiones. Y ello es posible, ejerciendo nuestro derecho al voto. Por eso, por encima todo, lo más ético y responsable, es ir a votar.

El derecho al voto viene recogido en la Constitución Española en el Título I. Donde se regulan los Derechos y Deberes fundamentales. El artículo 23 de nuestra Carta Magna dicta así:

  1. Los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.
  2. Asimismo, tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos, con los requisitos que señalen las leyes.

Decía Rousseau: “El derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos”. Pero es verdad, que en la historia de España, han existido periodos, alguno de ellos no muy lejanos, en las que ese derecho no existía, ni se podía ejercer. ¿Por qué ahora renunciar?.

Son muchos los motivos por los que debemos convertir el día de mañana en una fiesta para la democracia. Llenemos las urnas de votos porque, solo así, podremos conocer la verdadera decisión del “pueblo”, de los ciudadanos.

La sanidad pública se consigue con votos. La escuela pública de calidad, también. Por todos los ciudadanos, por todos aquellos que no logran encontrar un trabajo digno, por aquellos que aún trabajando no llegan a final de mal, por quienes no pueden tener acceso a una vivienda ni siquiera a través de un alquiler, por aquellas familias que sufren pobreza energética y pasan frío las largas noches de invierno, por nuestros mayores que se han pasado la vida trabajando y ahora tienen que mantener a familias enteras, por aquellos jóvenes que se tuvieron que ir…

Yo mañana votaré. Y depositaré mi voto pensando en ellos… y en las personas que sufren, aquellas que padecen enfermedades terminales y no se busca en encontrar una salida al dolor, aquellas mujeres víctimas de la violencia de género, a las que luchan y a las que ya no pueden porque quedaron en el camino, por sus hijos, por el fin de esa lacra… por los que no tienen donde dormir, por aquellos que sólo tienen por techo el cielo y las estrellas…

No es el mundo de cuento que nos contaron de niños pero es el mundo real. Si queremos cambiarlo, podemos hacerlo si votamos. Pensemos en ellos, en nosotros, en el futuro.

Mañana domingo, un día maravilloso para ir a votar. Y no lo olvidemos nunca, si nosotros no decidimos, otros lo harán.

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