“A mi pueblo: Villaverde de Medina”, por Carmen Vicente.

Carmen Vicente.

Llegan de nuevo elecciones y con ello las campañas de los distintos partidos políticos, con sus promesas y parabienes, con la ilusión de cada candidato y candidatura, pero también con mucha crispación.

Esto último es una realidad que muchas personas me han hecho llegar estos últimos días, y es algo de lo que me gustaría hablar, desde mi punto de vista y desde lo que conozco, escucho y veo con los ojos de alguien que vive en un pueblo, aunque creo que hay cosas (sentimientos o situaciones) que serían extrapolables a otros lugares, ya que no es algo exclusivo de nuestro entorno, pero sí es más perceptivo y notorio.

Vivimos en un pequeño pueblo donde las personas hemos tenido una relación muy estrecha a lo largo de nuestra vida, con las que hemos compartido muchos momentos desde la niñez, donde la cordialidad y respeto eran casi una ley de oro y toda una regla de convivencia. Y me pregunto, ¿desde cuándo, cómo y por qué hemos llegado a donde nos encontramos ahora? A día de hoy, pareciera un pueblo habitado por bandas callejeras enfrentadas. ¿Por interés o por desidia? ¿A alguien le interesa, le conviene o le ayuda convivir enfrentados? Tal vez a título personal haya quien lo prefiera así, pero en conjunto, ¿le beneficia al pueblo? Rotundamente no, ¿y por qué? Pues porque básicamente estamos solos.

Institucionalmente somos el último eslabón de la cadena. El ámbito rural, es un camino que muchas instituciones dejan sin recorrer, a la hora de repartir el pastel económico y social (sanidad, educación, cultura, empleo…). En definitiva, casi dependemos de nosotros mismos, de nuestra labor y empuje, de nuestro trabajo colectivo y nuestros impuestos con los cuales hacemos PUEBLO. Nosotros, con nuestra contribución económica y humana, lo hacemos posible.

Permanecer encerrados en esta crispación hará que llegue ese día que no nos permitirá seguir viviendo (al menos seguir viviendo felices), ni aprender (todos tenemos cosas que aprender los unos de los otros), ni mejorar (mejorar sobretodo como personas), ni avanzar (el futuro o es de todo un pueblo o, a la larga, no podrá ser de nadie porque no quedará futuro).

El respeto, la empatía, la igualdad, el tratar y ver a nuestros vecinos como otro más, es la base de la convivencia en nuestros pueblos porque, sin ese sentimiento de respeto, ¿qué nos queda para distinguirnos de las bestias? Y esa tarea debe hacerse también y principalmente de forma política: el creer en nuestros vecinos y en sus capacidades e ideas. El escucharlos y entenderlos, y en la medida de lo posible, AYUDARLOS. Sin distinción.

Servir, apoyar y apoyarnos en nosotros como conjunto, y sentirnos orgullosos de lo que fuimos, de lo que somos o seremos. El orgullo debe ser siempre algo colectivo, nunca individual. Sentirse orgulloso/a de tus vecinos, de sus logros, respaldar y ensalzar a quienes, en definitiva, conocemos de toda la vida, eso nos hace pueblo y eso nos hará aún más grandes. El orgullo por sentirse superior o mejor que el otro, eso no es orgullo, eso simplemente es ser idiota. Como dijo el Papa Francisco: “El orgullo (individual) construye muros, la humildad construye puentes”. Y en verdad necesitamos puentes de unión, necesitamos humildad.

Otra palabra que oigo últimamente es MIEDO, y no deberíamos temer a nada ni a nadie si remamos juntos por un bien común. Decía Séneca que “el que teme es un esclavo”. No hay que temer a los cambios si ellos nos hacen avanzar, si ello nos permite engrandecer nuestra vida aquí, si nos evita empequeñecer nuestro entorno hasta la nada. Y podemos sentirnos frustrados si fracasamos, pero si no lo intentamos, seremos inútiles.

Desde mi punto de vista, no tenemos la opción de ser egoístas, no hay futuro en un pueblo basándonos en nuestro ombligo, sino de usar nuestra fuerza, nuestras ideas y ganas para llevarlo más lejos.

Tenemos que luchar contra una maquinaria económica e institucional que nos deja las migajas que nos caen de arriba, ¿de verdad queremos luchar también contra nosotros mismos?

P.D. Durante la presentación de la candidatura del PSOE, nos hemos encontrado con dos carteles en los cuales se ha quemado y agujereado con chinchetas a varias personas de esta candidatura. Precisamente, es ese el comportamiento que se debe cambiar, por otro más digno de personas civilizadas, de personas con más humanidad y respeto. Digamos que con más sentido común que, en este caso, no es el más común de los sentidos.

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