Tecnología solidaria

Carolina Gutiérrez Montero.

Por Carolina Gutiérrez Montero (investigadora biomédica)
La llegada de los avances tecnológicos viene generando en algunas personas cierto temor de verse superado y controlado por las máquinas hasta límites insospechados. Desde esta columna he intentado otras veces hacer hincapié en cómo estas deberían ayudarnos a hacernos más humanos y a mejorar nuestra calidad de vida. Hoy quiero poner de relevancia además cómo el buen uso de la tecnología puede ayudar a que esta sea además solidaria con los que más lo necesitan.
Dentro de la tecnología que está llegando a nuestras vidas se encuentran las impresoras 3D. La impresión 3D en el sentido original del término hace referencia a los procesos en los que secuencialmente se acumula material en una plataforma por diferentes métodos de fabricación: polimerización, inyección de aporte, depósito metálico…Y una impresora 3D es una máquina capaz de realizar réplicas de diseños en 3D, creando piezas o maquetas volumétricas a partir de un diseño hecho por ordenador, descargado de internet o recogido a partir de un escáner 3D.
Este tipo de impresoras se han utilizado principalmente en la prefabricación de piezas o componentes, en sectores como la arquitectura y el diseño industrial, sin embargo recientemente su uso se está extendiendo a la fabricación de todo tipo de objetos, piezas complicadas, alimentos, prótesis médicas…
Dentro de los campos en los que están alcanzando una importante relevancia cabe destacar el  médico/quirúrgico.  Por un lado podemos ver que ya ha sido aprobado por la Agencia Americana del Medicamento (FDA) la fabricación de un medicamento para el tratamiento de la epilepsia utilizando este tipo de impresoras.
Por otro lado hemos asistido a la creación mediante impresoras 3D de un material con propiedades muy parecidas a las del tejido humano que va a permitir que en casos de accidentes y situaciones de grandes quemados, se pueda lograr la reconstrucción de las partes del cuerpo dañadas.
En el campo quirúrgico están siendo muy importantes a la hora de llevar a cabo cirugías muy complejas, como fue la reconstrucción del rostro de una joven que sufrió un accidente de moto y cuyo rostro quedó desfigurado.
Los cirujanos intentaron manualmente la reconstrucción de su rostro, pero no pudieron hacerlo del todo bien, pues podría verse comprometida la visibilidad de su ojo izquierdo. Gracias a las nuevas tecnologías de modelado en 3D, realizaron una recreación de su cráneo antes del accidente, se seleccionaron partes a reemplazar y se imprimieron en 3D, implantándolas posteriormente en la cirugía, pudiéndole reconstruir todo el rostro.
Las cirugías que emplean a lo largo del proceso la impresión 3D, lejos de convertirse en algo anecdótico, empiezan a ser más comunes de lo que podemos pensar. De hecho en la cirugía infantil muchas veces por la complejidad del pequeño tamaño de los niños y de los órganos a operar, se están haciendo moldes a partir de las imágenes radiológicas exactamente iguales a los mismos que permiten a los cirujanos hacerse una idea más real y poder practicar el abordaje quirúrgico antes de la cirugía.
Pero son posiblemente las prótesis robóticas de fabricación 3D las que más importancia están alcanzando recientemente. El poder fabricar brazos, manos, piernas articuladas…con un precio mucho más barato de lo que supondría una prótesis creada por métodos convencionales permitiría su acceso a personas con un poder adquisitivo más bajo.
Si a la bondad de la ciencia y la tecnología le unimos el buen hacer de las personas que quieren luchar por un mundo mejor, nos podemos encontrar con iniciativas como la de Mick Ebeling que ha creado una Fundación que se denomina Not Impossible como resultado de un viaje que realizó a Sudán y dónde conoció la historia de Daniel Omar, un niño que con tan solo 14 años perdió ambos brazos en la guerra de Sudán en el año 2012. Creó con una impresora 3D unas prótesis para Daniel. Con la Fundación ha establecido en Sudán la primera escuela taller desde la que se crean varias prótesis semanalmente. Así, un gran número de niños pueden disfrutar de lo que para ellos es un privilegio, ya que sin estas máquinas de tres dimensiones la creación de las prótesis alcanza precios desorbitados que pocas familias pueden permitirse.
En nuestro país contamos con la solidaridad de un joven madrileño, Guillermo Martínez que cuenta en su casa con un pequeño taller de impresión 3D, con dos impresoras que deja trabajando todo el día mientras que él se marcha a trabajar y que controla desde allí con su móvil.
Lo que Guillermo crea cada día con estas impresoras son prótesis de brazos que moldea con mimo y cariño y con el objetivo de donarlas gratuitamente a quien más lo necesite. Para ello ha creado una plataforma que se llama Ayúdame 3D tras el éxito que tuvieron las cinco prótesis que entregó el verano pasado en Kenia y para la que creó un proceso de crowdfunding con el que recaudó casi 4.000 euros.
Según la OMS se estima que en el mundo hay al menos 100 millones de personas que necesitan una prótesis. Como a nuestro héroe Guillermo no le va a dar tiempo a construir tantas, confiemos en un mayor abaratamiento de las mismas a medida que avanza la tecnología y en una mayor solidaridad para lograrlo.
Y a todos los que veis el temor de los avances tecnológicos, reflexionad sobre este artículo y pensad que la tecnología también puede ser solidaria.

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