“Retazo”, por Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal · glezcar.articulos@gmail.com
Del tejido en damero del Barrio de Salamanca ha surgido, en la confluencia de las calles General Pardiñas y Don Ramón de la Cruz, al bies, una pequeña tienda de moda masculina que pretende comercializar una nueva marca de ropa: Hussars. Hasta aquí, nada inusual, si no fuese por el alcance de la idea subyacente en el manifiesto que la alumbra. “En un mundo en el que aquello que está hecho con cariño se halla en peligro de extinción, quien exige calidad no sólo se alza como un inconformista, sino como un rebelde”.

Declaración de intenciones que ignora deliberadamente los usos sensibleros de la mercadotecnia actual para adentrarse en los derroteros de una acerada tesis. Aquélla que explicita el incómodo malestar de quienes se resisten a aceptar con la imperturbable indiferencia de un maniquí el estado dado de las cosas, mientras erige su testimonio como ejemplo.

Embebidos en la realidad de un sistema económico asentado en el desaforado e irreflexivo consumo de masas, tractor de un modelo productivo deslocalizado y global destructor del saber hacer artesanal y local, cuyo inmenso impacto social y medioambiental pretende quedar oculto tras un impostado eslogan, así como promotor quintaesencial de la cultura del “usar y tirar” que la obsolescencia artificial de las modas induce, apenas ha lugar a escuchar voz disidente alguna que no quede silenciada por la omnímoda fanfarria publicitaria.

A tal fin, el joven promotor de esta idea, haciendo un inteligente uso de las redes sociales (@VestirBienForMen), no sólo ha logrado poner en pie una incipiente firma de confección masculina inspirada en la calidad y en el justo reconocimiento del valor del trabajo bien hecho, sino también tejer una comunidad que, aunada en la búsqueda de un paradigma ético y estético más consistente, ha encontrado en su propuesta un punto de fuga ante la perspectiva de un modelo económico, esto es, de un horizonte moral, aparentemente cerrado e incuestionable. Pues todo sistema económico no es sino la expresión del esquema moral vigente, al reproducir y consolidar en el tiempo el orden y estratificación de la sociedad en cuestión de la que es resulta. Ya que aquél dice lo que ésta hace, el modo con que lo hace, el propósito para el que lo hace y la forma con que los excedentes generados son repartidos tras todo lo hecho. Determinando, a la postre, quiénes son, tras el tráfago, sudor y sinsabores, sus beneficiarios.

Es en este punto donde la propuesta lanzada alcanza su mayor vuelo, dándole la vuelta al dobladillo de las apariencias y mostrando la débil entretela que pretende dársenos por consistente. Explicitando la urdimbre subyacente tras la anestésica trama. Esto es, que no cabe esperar calidad de unas vidas sujetas a la falta de la misma. Que el modelo de consumo que habitamos, que no es sino propiamente el económico y, por ende político, no es sino un decidido productor de individuos carentes, permanentemente insatisfechos, sometidos al necio delirio de un embeleco que lleva a confundir valor y precio. Y que no hay principios sin fundamentos.

Por ello, el surgimiento de Hussars se aprecia como algo más que una mera iniciativa comercial. Una firma que encarna una idea que toca la fibra de nuestra sociedad y nuestro tiempo, golpeando con puño enguantado en seda su inconsciencia lanar. Un proyecto que, dirigido por alguien que demuestra conocer bien el paño y no dar puntada sin hilo, inspira al inconformismo. A la transformación. Al trabajo por cambiar cuanto de vacuo y absurdo hay en nuestro mundo. En nuestra sociedad. Desde un pequeño local en una esquina del Barrio de Salamanca. Porque hay mucha tela aún que cortar.

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