“Protéjanos Vd. el estilo, por favor”, por Carlos María Bru Purón.

Carlos Mª Bru Purón.

El estilo ¿de qué?: de vida. ¿De quién o quiénes?: de europeos y europeas al alimón.

Porque así lo ha dispuesto la Sra. Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, quien al efecto impone tal denominación -”Protección del Estilo de Vida Europeo”- a una Vicepresidencia que -¡casualidad! – absorberá las competencias referentes a educación e inmigración.

Las reacciones a tan insólita decisión se suceden, entre nosotros el Embajador de España Emilio Menéndez del Valle y el filósofo Fernando Savater, en sendos artículos[1] lo han criticado en base a sólidas razones, en particular las atinentes al tinte xenofóbico que la rúbrica comporta.

Me sumo a tales críticas, espero lo hagan otros muchos e inclusive se produzcan iniciativas de ámbito comunitario –vías popular o parlamentaria – que restituyan una denominación congruente con el precepto a que la propia Von der Leyen ha acudido para justificar su invento: el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea, que habla de “valores” a atender, no de “estilos” con que arroparse.

Y si ese estilo responde, no a modas o comportamientos pasajeros, sino a algo tan íntimo e intransferible como es la vida de cada europeo o europea, forzoso es reconocer que en la mente de nuestra Presidenta anida la idea de una identidad que nos es común y nos distingue de otros colectivos humanos dispersos por la Tierra.

Los europeos, pues, “semos ansina”, a tenor de aquella locución andaluza atribuida (con fines espurios) para diferenciar el “ser” de los usuarios de ese habla respecto del de los demáss castellanoparlantes.

El “ser así” – o de cualquier otra manera- comporta, por necesidad, actos, reacciones, hábitos…estilo de vida. Pero cabe preguntarse si, recíprocamente, la detección de tal estilo no es instrumento útil para seleccionar y, peor, jerarquizar grupos humanos.

Que el estilo de vida –sea europeo, tibetano o carabanchelero- haya de ser protegido por estamentos políticos dotados de autoridad, es algo que inevitablemente conduce a conductas identitarias y excluyentes. Y a su vez, tal tribalismo o esa retrotopía (“venimos de dónde venimos, de lo mejor”) que tan sabiamente Zygmunt Bauman describió[2], o se agota trivialmente en ese narcisismo museístico europeo que con razón todos queremos superar, o pasa a ser legalmente protegido, es decir, coactivamente impuesto: y eso no parece practicable sin arrumbar en lo genético.

Palabras mayores y, sí, temibles. Andemos con cuidado.

Por lo que, si Von der Leyen quiere reconducir tal Vicepresidencia a sus justos términos, y encargar al nuevo titular de la misma, el conocido europeísta Margaritis Schinas, un trabajo serio, comience por la denominación y atenga ésta a los VALORES de que referido Artículo 2 TUE habla y en el que ella dialécticamente se ampara: dignidad humana, derechos, igualdad, etc.  Con más razón si entre sus competencias obra la de tan delicado alcance como la inmigración.

¿No sería menos llamativo, menos “estiloso”, pero más serio, quedarnos con una Vicepresidencia titulada “Protección de derechos humanos” o, más genéricamente, “Atención a los valores de la Unión”?

El nombre, sí, hace la cosa.


[1] Vide diario “El País”, ediciones de los días 3 y 5 de corrientes mes y año.

[2] Bauman, Z., “Retrotopía”, Ed. Planeta 2017.

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