“Nosotras también existimos”, por Isabel Viña.

Isabel Viña.

En silencio nos levantamos cada mañana. En silencio y paso firme. Somos las Auxiliares de Ayuda a Domicilio, cuidadoras de dependientes, donde están incluidos nuestros mayores. Ellos son nuestra historia.

Nuestros abuelos y abuelas, padres y madres, se merecen todo el cuidado, cariño y dedicación posible, tanto por parte de las instituciones como de la sociedad en su conjunto. En estos días estamos viviendo momentos complicados, convulsos para todos, pero en especial para nuestros mayores. El COVID-19 se ceba en el sector de la tercera edad, no somos conscientes del valor, la importancia que tienen todos ellos para nuestro país.

Vivieron una guerra muy dura (hermanos contra hermanos) y sufrieron una dictadura horrible e inhumana. Lucharon por conseguir una democracia útil; se dejaron la piel, el sudor y la sangre de su corazón para tener una vida digna, y recuperar la libertad perdida con derechos sociales para todos. Dieron lo mejor de ellos, lo mejor, para que el resto de ciudadanos tuviéramos esa vida digna. Entonces, ¿por qué ahora ignoramos su dolor? Son, en el momento de decidir a quién poner un respirador, los últimos. Son, a la hora de atenderles dignamente, los últimos, y no por los trabajadores sanitarios, sino por las instituciones públicas o privadas en general. Sí, lo son en estos instantes del virus.

Todo mi apoyo, respeto y reconocimiento a mis compañeras/os de las residencias, ellas están dándolo todo por tantos y tantas personas de avanzada edad… tanto que apenas se tiene en cuenta este trabajo. Al igual que el sector donde yo trabajo, el socio-sanitario o ayuda a domicilio. Lo estamos pasando francamente mal, muy mal. No queremos perder a nuestros mayores. Les damos todo nuestro cariño, sosiego, compañía y ayuda con total devoción.

Somos invisibles. Recorremos las calles vacías para llegar a sus domicilios. Recorremos las carreteras desiertas para acudir a otras localidades, en busca de nuestros niños mayores. Somos invisibles… y pasamos desapercibidas. Nuestra lucha es diaria, dura y sin apenas apoyo de nadie.

Toda mi admiración, sin ninguna duda, para médicos y sanitarios en general, pero la consideración, respaldo y visibilidad del servicio de ayuda a dependientes, debería ser acogido y dignificado. Las cifras de infectadas y fallecimientos, en el sector del SAD (Servicio de Ayuda a Domicilio) es difícil de catalogar, no existe ningún dato oficial.

Todos los días salimos a la calle, con tan solo el cielo como cobijo, estamos desprotegidas, asfixiadas, con miedo, pero seguimos recorriendo plazas, pueblos, y ciudades. ¿Acaso sabe la ciudadanía quiénes somos, lo que somos y lo que hacemos? Fantasmas que deambulan entre aplausos de otros y para otros, mientras nosotras vamos a nuestro puesto de trabajo, con sacrificio y sufrimiento.

Estos días, releyendo a Charles Dickens, recordé una frase muy importante que encontré en sus libros: “el socorro en la necesidad, aunque sea poco, ayuda mucho”. Seguiremos levantándonos cada día, cada mañana, aunque sea con el silencio de la sociedad, solas, siempre pensando en ellos, los ancianos.

Hoy precisamente, ojeando a los escritores ingleses, encontré unas líneas de Oliver Goldsmith que me llegaron muy adentro, son estas: “el mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad, pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”.

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