“En memoria de Fernando Álvarez de Miranda”, por Carlos Mª Bru Purón.

Carlos Mª Bru Purón.

Intervención de Carlos Mª Bru Purón en el Congreso de los Diputados el 12 de enero de 2024.
Estimada Sra. Presidenta del Congreso, querido Ramón y demás componentes de esta mesa, querida Luisa e hijos y descendientes de nuestro añorado Fernando, con unas breves palabras me sumo al recuerdo que esta Institución y unas Organizaciones afines, nos han traído respecto al centenario que en estas fechas habría cumplido Fernando en vida.

Y aplaudo iniciativas como ésta porque, de personas que en la vida social y política y -sobre todo- en las familiar y de amistad, un homenaje no exige más presencia -a falta de la física-, que la profunda e imborrable del recuerdo: no son los 100 años lejanos, son los 100 años cercanos.

I.- Si algo pudiese modestamente aportar quien les habla respecto a la biografía de Fernando, hay que no ya remontarse, dar un salto apocalíptico hasta los años 50 del pasado siglo. Un alumno de últimos de Derecho llegó a conocer a un significado Profesor de Derecho Procesal Civil de la Complutense. Y éste mostró a aquél el plausible derrotero que para un mínimo de paz y justicia en nuestro país significaba la aproximación a D. Juan de Borbón, exiliado en Estoril.

Incorporado quien les habla a las incipientes “Juventudes monárquicas”, en cierta ocasión que junto con el recordado Rafael Márquez Cano ostentábamos en el ojal de la chaqueta la insignia “J-III” y ello nos ocasionó encierro y paliza por parte de comandos falangistas pertrechados de arma blanca, ello dio ocasión a que un comando -¡faltaría más!- monárquico encabezado por el añorado Jaime García de Vinuesa nos liberase, no sin alguna que otra herida. La inmediata y afectuosa visita en mi domicilio por parte de los dirigentes de Unión Española -Joaquín Satrústegui, Jaime Miralles, Vicente Piniés y (por supuesto) Fernando- me abrió el paso a la Organización y -seguidamente- una vez ganadas mis oposiciones a Notaría, periódicos desplazamientos a Villa Giralda donde dábamos con el afectuoso recibimiento por D. Juan, el un tanto reticente por Dña. Mª de las Mercedes y la amigable curiosidad de un chaval de 10 o 12 años, denominado Juan Carlos me preguntase: “¿no es verdad que ustedes los Notarios ganan mucho dinero?”.

Visitas frecuentes que culminaron en la famosa cena del día de San Juan 1974 en que D. Juan dejó bien sentado su proyecto democrático y, a la par, europeísta.

II.- Y europeísmo -medio y meta- al 100%. En un emblemático local -hoy recordado por una placa en la fachada- del edificio 43 de la entonces avenida José Antonio, hoy recuperada Gran Vía, los socios de la semitolerada “Asociación Española de Cooperación Europea” (AECE) trabajábamos y -por supuesto- conspirábamos a través de antedichos medio y meta. En los 60’s los encuentros eran casi diurnos, para mayor esfuerzo de su Secretario General, no otro que Fernando.

Y tras la solicitud franquista de negociación para unas relaciones española con las entonces Comunidades Europeas, y subsiguiente cortés acuse de recibo pero callada por respuesta bruselense, tras Informe Birkelbach aclaratorio de los requisitos democráticos de todo Estado para su incorporación a Europa; y -por si fuere poco- el contundente Informe Rengen fruto de los diversos testimonios de personalidades del exilio (Llopis), del Régimen (Fraga), y de la AECE (Fernando, acompañado de Íñigo Cavero, José Luis Ruiz-Navarro y yo mismo) en el Comité de “Naciones no representadas” del Consejo de Europa.… todo ello marcó la ineludible necesidad de reunirnos en el seno del Movimiento Europeo Internacional para dejar bien sentada la vía, por supuesto democrática, de nuestra incorporación a la ya exitosa unificación europea. (Esto seguido de cortés visita nuestra al Cónsul español en Estrasburgo, de quien recibimos estentórea reprimenda con portazo nuestro y de la que dicha persona, muerto Franco se desdecía -¡estos “demócratas de toda la vida”!- con todo desparpajo.)

Tras nuestra fracasada reunión en Mallorca, prohibida a última hora por Gobernación, celebrar otra en Múnich estaba totalmente justificado, y así se le hizo previamente conocer al Gobierno franquista no obstante lo cual, a posteriori, éste se hiciese de nuevas. De toda la opinión pública española y, más aún, de los aquí presentes, son bien conocidos los pormenores -y “por mayores”- de aquel “Contubernio”, denominación que graciosamente -y de agradecer- nos regaló el Régimen franquista a los 80 del interior y 38 del exilio.

“Pormenores”, los interrogatorios y privaciones de pasaportes, etc., a quienes no salimos del todo mal del evento. “Por mayor”, la elección impuesta a unos 40 de los participantes entre exilio o confinamiento canario, con sacrificio de vida familiar, profesional y económica al respecto. De la estancia próxima al año de Fernando y otros tres en Fuerteventura, nos han traído buen recuerdo los textos genéricos de historia y los concretos de Satrústegui y de Fernando en sus memorias.

Sólo decir que los librados de las citadas sanciones mantuvimos la vida de la AECE al máximo, incluida incorporación al libro de actas la Propuesta pre-Múnich, firmada por mí como sustituto del Secretario General Fernando y por Aguilar Navarro, del Presidente Gil- Robles Quiñones.

Y que nuestra correspondencia epistolar estaba llena de claves para eludir la omnipresente censura. Así en el aspecto partidario de la clandestina “Democracia Social Cristiana” a que tanto Fernando como yo pertenecíamos, el noticiero que yo enviaba se refería a los “del carromato” (los de más edad y conservadores), los “ciclistas” (nosotros mismos, perfectos, “¡faltaría más!”) y los “del patinete” (los jóvenes universitarios del “¡a por todas!”).

Y al señalar las maniobras e infundios que, aún dentro de la supuesta confraternización opositeril, se dieron tal la impresentable contra Fernando por razón de su aceptación de ser Miembro del Consejo Privado de D. Juan una vez éste noblemente arrepentido de su originario y equivocado repudio de Múnich.

A recordar nuestros comunes criterio y acción en la semi-tolerada revista “Discusión y Convivencia” (equivalente en siglas a Democracia Cristina), nuestra también común incorporación a Izquierda Democrática presidida por Joaquín Ruiz-Giménez, la simultánea detención a mí y otros firmantes en pro de la liberación de los procesados en Burgos (1970) y breve deportación de Fernando a un pueblecito aragonés. Y -muerto Franco y en plena Transición- las ulteriores desavenencias respecto a la incorporación de la DC a la Platajunta, las para mí dolorosas escisiones por parte de Fernando y otros amigos para formar un nuevo partido después incorporado a la Unión del Centro Democrático, el sonoro fracaso de nuestra “Federación Demócrata-Cristiana del Estado Español” (jocosamente por alguien rubricada con “y de los grandes expresos europeos”) en las elecciones del 77, el arrollador triunfo de UCD seguido por el PSOE, y la tan debida designación de Fernando como Presidente del Congreso de los Diputados.

Poco diré -otros lo han hecho y lo harán mejor- sobre esta distinguida y exitosa etapa política de Fernando, su siempre empeñada labor de parlamentario por la provincia de Palencia, y de los subsiguientes cargos de Embajador en la República de El Salvador y Defensor del Pueblo.

De este cargo, el anecdótico dato de que Fernando, viajero incansable, hubo de ser localizado por mí a requerimiento de Joaquín Almunia quien, reunido con Rodrigo Rato, en nombre de respectivos Partidos mayoritarios, querían conocer su asentimiento al nombramiento, por fin ejercido con alta calidad por el propuesto.

Y de tanto como cabría hablar del magnífico ejercicio de la Embajada por parte de Fernando y Luisa en la República de El Salvador, tan solo un apunte: en reuniones con el Padre Ellacuría y demás Jesuitas de la UCA, la audaz visión por parte de éste de que el deseable encuentro habría de realizarse de extremo a extremo, de los guerrilleros al ultra Cristiani, porque en el “centro” se logra por vía convergente, paso adelante alguno de lado y ninguno atrás.

Y el recuerdo doloroso de que el paso atrás vino por un Alto Mando militar asesinando a aquellos abnegados jesuitas y dos mujeres colaboradoras, crimen nunca al fondo indagado como repetidamente denunció Fernando.

Era Fernando católico auténtico, su práctica de la religión puede quedar definida por las recientes palabras del Papa Francisco cuando dice “el don de la fe no nos es dado para quedarnos mirando al Cielo, sino para avanzar por los senderos del mundo como testigos del Evangelio (y) abrir destellos de luz en (…) tantas situaciones sociales (…) en las realidades de cada día (…)”

No hay mejor ejemplo del paso firme de un político y jurista por esos senderos de la justicia social en el día a día y por vida, que el que nos dio esa persona que tanto realce dio a ésta, de por sí, respetable casa.

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