“En memoria de Eugenio Nasarre (q.e.p.d.)”, por Carlos Mª Bru Purón.

Carlos Mª Bru Purón.

Intervención en la Sala Constitucional del Congreso de los Diputados- 4 de Marzo 2024
Sr. Presidente y Miembros de la Mesa, querida viuda e hijos, restante familia y amigos de Eugenio:

En este justo acto en memoria del admirado y añorado Eugenio, tan rápida e inesperadamente fallecido, el testimonio que por mi parte ofreceré discurre por encima del desnivel de los más de 20 años de edad que yo le llevaba.

Es así como tiempo después del Contubernio de Múnich en que yo participé junto con antecesores de queridas personas aquí presentes, Eugenio transitaba por aquel local de la Gran Vía y, con otros jóvenes, nos ayudaba a los socios de la entonces semi-tolerada Asociación Española de Cooperación Europea (AECE) en nuestra pertinaz defensa de Europa y  la Democracia.

Y supe -Eugenio no hacía gala de ello- que Agregado en la Embajada Española en Roma, sus reservas respecto del Régimen le hicieron soportar un trato inaguantable, y el sobrevenido cese decretado por el Ministro franquista de entonces.

Nuestra amistad y complicidad política se mantuvieron, y pronto coincidimos en el clandestino partido político denominado Izquierda Demócrata Cristiana, después reducido el nombre a Izquierda Democrática (ID) por precisa indicación -en consonancia con el criterio del Vaticano- del teólogo José María Martín Patino, pro-vicario de la Archidiócesis de Madrid.

Ambos en ID, días satisfechos, días un tanto enfadados entre nosotros o con nuestro preclaro Joaquín Ruiz-Giménez, siempre movidos por el ejemplo de éste, en aquella Organización clandestina trabajamos e, iniciada la Democracia, nos metidos de lleno en la necesaria pero incómoda tarea electoral.

Tarea dotada de goces -apoyo de “Cuadernos para el Diálogo” y otros incipientes medios de comunicación libres, adhesiones personales múltiples, etc.- pero también de sinsabores, así  aquellas jornadas de abril 76 en los Sagrados Corazones de El Escorial, en que significados miembros del partido (Álvarez de Miranda, Cavero, Ruiz-Navarro, Alzaga, etc.) abandonaron la Organización para pasar -lo supimos ulteriormente- a un Partido propicio a integrarse en la incipiente Unión del Centro Democrático (UCD) a liderar por Suárez. Y recuerdo que, clausuradas las sesiones y a una avanzada hora de la noche, Eugenio y yo nos desplazamos en su coche hasta mi despacho notarial en Alcobendas, al efecto de sacar fotocopias  de las Actas que con alguna vieja máquina de escribir se habían redactado tras la celebración del encuentro, más bien desencuentro.

Y así seguimos cerca de dos años más, con el intermedio de las primeras elecciones generales, junio del 77 y el -“¡no seamos chafones!”- glorioso descalabro de nuestra candidatura gemela con la de Federación Popular Democrática presidida por Gil-Robles Quiñones, integrantes con otros partidos del denominado “Equipo de la Federación Española de la Democracia Cristiana” (y de “los grandes Expresos Europeos”, según irónico añadido de algún comentarista).

Trabajo firme e inmediato fracaso, pero siempre buen ánimo, como el que nos indujo a Eugenio y a mí mismo, junto con Jaime Cortezo y otro, a la publicación de una semblanza de ID, de la que he encontrado algún ejemplar en mi biblioteca y cuya portada exhibo a ustedes, no creo que muchos circulen ni raros coleccionistas los conserven. Y el texto comprendía nuestro programa electoral, democratizador, liberal y socializante al máximo, aspecto este último en que no nos ganaba ni la extrema izquierda, quizá para superarnos, estaría el Partido Carlista de Carlos Hugo. Así, por ejemplo y literalmente,  “repulsa del capitalismo”, “empresas socializadas, auto-gestionadas y de propiedad privada,” etc., etc. (Con humorismo nos decíamos ser capaces de proponer la municipalización del repertorio casero de escritorio, cocina o comedor, etc.).

Y, pertinaces, aún seguimos durante la época que un culto militante describió con acierto como “Fulgor y Cenizas de Izquierda Democrática”, hasta la extinción y cancelación registral del partido, ocurrida en 1978.

Mientras tanto, la elaboración y arrolladora aprobación de la Constitución. Muestra del talante progresista de Eugenio, me manifestaba entonces su gran contento por el apartado 2º del artículo 9 del texto fundamental donde, a tenor del precedente italiano, se promueve una igualdad social efectiva, la remoción de los obstáculos a la misma, así como la participación en la vida económica, cultural y social.

Y extinta ID, tuvo lugar simultáneo giro en diversas direcciones por parte de unos y otros miembros, bien -quizá los más sensatos- “hacia casa y a lo mío”, bien por la mayoría -entre ellos nuestro querido Eugenio- hacia UCD, mayoritariamente integrada después en el Partido Popular; bien por otros, minoritaria y personalmente yo mismo, en el PSOE, así los inmediatos Senadores de dicho Partido (García Oliva por Cantabria, Carmen Delgado por Castilla-León), Directores Generales tales como Gutiérrez-Morlote (de Sanidad), Medrano Fuster (de Costas), etc.

Y Ruíz-Giménez, faro de nuestra común admiración, respetado por todos los españoles, en sí volcado en familia,  amigos y ONG’s, entonces disponible para el futuro cargo, nunca tan bien designado (diciembre 1982), de Defensor del Pueblo.

El compromiso técnico y político ulterior de Eugenio Nasarre fue firme y de extraordinarios resultados: escaño en el Congreso, Subsecretarías, Secretaría General de Educación, Direcciones Generales de Asuntos Religiosos y de RTVE, Departamento de Estudios de Presidencia del Gobierno, etc.

Y algo muy importante, su continua y exitosa labor en la sociedad civil.

En ella, y donde más cerca hemos seguido con él, a destacar su magnífico papel en el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo. Recuerdo que -con el triunfo electoral del PP en 2012 y aplicación del tradicional hábito en nuestra Organización de atribuir la Presidencia a un miembro destacado del partido gobernante, cesado yo y sucesor a designar- cuando José Mª Gil-Robles Gil-Delgado y yo mismo buscábamos un nombre a proponer a respectivos Partidos, simultáneamente surgieron de los labios de uno y otro dos palabras: “Eugenio – Nasarre”. Quien unánimemente fue designado Presidente en la Asamblea de la Organización, y su labor hasta -por el mismo mecanismo partidista- el posterior ejercicio de la Vicepresidencia, han sido loables, como Francisco Aldecoa -Presidente actual- nos ha hecho ver hace instantes.

Nuestra amistad se ha mantenido en grado máximo. Y más de una vez la hemos hecho efectiva en un discurrir conjunto -animado de conversación, a veces discrepante, siempre amistosa- por la común calle de Lagasca, domicilio de los Nasarre en uno de los edificios de primera numeración, domicilio de los Bru en numeración ulterior: nuestro paseo paralelo viniendo a desmentir el omnímodo monopolio de tal vía urbana por parte de los llamados “cayetanos”.

Para terminar y no cansar a Uds., creo recordar que recientemente y ante la aparición de un digital de signo democristiano, Eugenio comentó, “¡hombre, espero releer a Jacques Maritain!”. Con nuestro añorado amigo, quiero extraer del pensamiento de aquel filósofo, un apotegma que tan bien le encajaría a nuestro hombre, a cuyo tenor hay tolerancia cuando quien está convencido de su verdad, reconoce el derecho de otros a la suya propia, hasta alcanzar juntos la que será común.

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