“Los que estamos en la calle”, por Francisco Estepa.

Francisco Estepa Vílchez.

Ya sabemos que el ser humano tiene una extraordinaria capacidad para adaptarse a los cambios, pero hay excepciones. Los cambios que está afrontando el mundo y los que debe afrontar nuestro país en los próximos meses, son una oportunidad para que quienes aspiran a ser líderes de algo, ya sea políticos, empresariales o sociales, se pongan frente al espejo para que el resto de la sociedad los pueda conocer como son de verdad ante una crisis, como actúan en situaciones que exigen demostrar inteligencia y actitudes merecedoras del respaldo social o si deben apartarse y dejar a otros.

España se enfrenta al reto de redefinir muchas cosas que marcarán el camino de los próximos años o décadas y España necesita que todos los sectores políticos, sociales y económicos hagan un esfuerzo para que toda la sociedad adopte las nuevas líneas de la política nacional. Quienes no asuman su responsabilidad, estarán traicionando a quienes les dieron su confianza y a toda España.

Ahora es cuando vemos quienes mantienen la templanza ante las dificultades y quienes dan un paso atrás por miedo o por interés espurio, esperando que los demás fracasen. Nuestro sector turístico, la hostelería, todo el sector del metal, talleres, fábricas, comercios, etc, están esperando que alguien marque el camino y se publiquen en el BOE las nuevas reglas de juego para adaptarse a ellas, aunque algunos no se quieran adaptar el cambio inevitable. Pero si algunos actores renuncian a ser partícipes del diseño de nuestro futuro, ellos estarán apostando por el fracaso y la ruina de todo el país. Ahora es el momento de la política para hombres y mujeres maduros, no para títeres inmaduros incapaces de entender lo que significa de verdad España y los españoles.

Quienes han vivido siempre de la política, arropados entre algodones por sus mentores o a quienes aspiran a vivir el resto de su vida en algún cargo o esperando una puerta giratoria, son una amenaza para el progreso y para la sociedad, porque el miedo a perder sus privilegios y volver a la calle, les hace anteponer sus intereses personales al interés general. Sólo me gustaría que los demás, los que estamos en la calle, fuésemos implacables con quienes nos traicionan y reconociésemos a quienes, al menos, intentan defender nuestro futuro.

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