“Carta desde 2030”, por Enrique Bravo Fernández.

Enrique Bravo Fernández.

Enrique Bravo Fernández es Doctor en Microbiología por la Universidad Complutense de Madrid.
Qué lejos ha quedado aquel verano de 2023 en el que todo se vino abajo. Es verdad que solo han pasado 7 años, pero a mí me han parecido 70. Echo de menos mi barrio, mi gente, mi Madrid, mi país.

Pero no pude quedarme en España. Tras aquel 23 de julio en el que el Partido Popular y Vox ganaron las Elecciones Generales, mi permanencia aquí como la de otros tantos miles y miles de personas se hizo insostenible. La derogación de la Reforma Laboral del anterior Gobierno de Coalición nos llevó de nuevo a contratos precarios, temporales e inestables. Cuando meses después también derogaron la Ley de Vivienda, el aumento salvaje de los precios hizo imposible acceder a la vivienda en España.

La ola de privatizaciones que desataron llevó a la Sanidad Pública al colapso, y con mi contrato temporal no pude hacer frente a un seguro privado. Esta fue otra de las razones por las que me marché. Tuve miedo a enfermar y no ser atendido, como le pasó a tantísima gente hace dos veranos, en 2028, cuando una ola de calor asoló España llevándose por delante a casi 20.000 personas. El colapso sanitario que se produjo imposibilitó atender a la gente más vulnerable. La suspensión de todas las Leyes que buscaban enfrentar el cambio climático favoreció esta tragedia.

Una de las cosas más dolorosas fue ver la implantación de la nueva Ley de Familias. Se derogó el Matrimonio Igualitario, la Ley del Aborto y por supuesto la Ley Trans. Esto llevó a la sociedad a un estado generalizado de opinión en el que el rechazo al Colectivo LGTBI se convirtió en odio. Palizas, humillaciones y suicidios pasaron a estar a la orden del día. Los grupos neonazis empezaron a campar a sus anchas, con la protección cuando no el apoyo indirecto del Gobierno. La implantación del PIN parental en colegios e institutos fue el detonante necesario para esta oal de odio.

Hubo protestas, claro que sí, pero la represión amparada en la nueva Ley de Seguridad Nacional, impulsada por el Ministro del Interior, Javier Ortega Smith, fue brutal. Son demasiados los amigos y compañeros que tengo en la cárcel por haber intentado defender la sociedad que conocíamos antes del 23 de julio de 2023. En los primeros momentos la Unión Europea censuró a España, pero meses después la ola reaccionaria se llevó por delante también los Gobiernos de Francia y Alemania. La nueva Europa ya estaba en línea con la nueva España.

La única esperanza que quedaba, las Elecciones Generales de 2027, fue neutralizada por la misma Ley de Seguridad Nacional. Los partidos independentistas fueron ilegalizados en base a la nueva legalidad según la cual la unidad de España no podía cuestionarse. Los partidos de la izquierda estatal también fueron disueltos, tras ser declarados culpables de alta traición por sus actuaciones durante el periodo progresista de 2019-2023. Solo quedó el PSOE, pero los nuevos líderes que sustituyeron al equipo del ex Presidente Sánchez no pudieron, no supieron o no les dejaron plantar una batalla real.

Hoy miro con rabia aquel julio de 2023. Pienso que quizá pudimos hacer algo para evitar que la barbarie se instalara en España. Pienso en toda esa gente que no votó creyendo o bien que ya estaba todo perdido o bien que la izquierda no merecía su voto. Pienso en quienes votaron por una supuesta libertad y hoy tienen a sus hijos o en la cárcel o con antecedentes penales por haber participado en protestas.

Me gustaría poder volver a junio de 2023, a unas semanas antes de esas elecciones que nos arruinaron la vida, para hacer algo más. Para intentar cambiar un destino que parecía escrito. Pero sé que los sueños, sueños son, que estamos en 2030, y que esta es la realidad que nos dimos a nosotros mismos aquel triste 23 de julio.

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