Miles de partidarios de Donald Trump asaltaron el Capitolio, interrumpiendo la sesión conjunta del Congreso y del Senado, que debería haber ratificado al demócrata Biden como presidente de los Estados Unidos.
A lo largo de la tarde se fueron acercando miles de ciudadanos. Procedentes de diferentes orígenes, los servicios de seguridad, sospechosamente, ni advirtieron ni tomaron cartas en el asunto antes de que fueran capaces de llegar a las puertas del Capitolio.
Trump había amenazado con no rendirse y, faltaríamos a la verdad si no dijéramos que se veía venir un final abrupto de una presidencia intolerable. Los votos de Georgia estaban en el alero y los dos nuevos senadores demócratas daban la mayoría a Biden también en le Senado.
Queda por saber si se trata de un movimiento organizado y dirigido por un presidente saliente que ha perdido el juicio completamente (si alguna vez lo tuvo). No es posible que el Capitolio pueda asaltarse con tanta facilidad.
Las imágenes de extravagantes personajes saltando por encima de las ventanas, sentándose en los sillones que corresponden a los parlamentarios, el despacho de Pelosi asaltado. Una vergüenza. Una mujer sufrió un disparo en el cuello, que ha fallecido.
Biden se dirigió a la gente a través de la televisión diciendo que es una insurrección. Asimismo, que había llamado a Trump para exigirle que saliera a la televisión para hacer que la gente volviera a sus casas.
Y así hizo Trump en una grabación que lanzó en Twitter. Eso sí, no sin antes decir que «estas elecciones habían sido robadas en un proceso fraudulento». Una de cal y otra de arena porque animó a la gente a volver pacíficamente a sus casas.
Los partidarios de Donald Trump siguieron faltando al respeto al Capitolio y violentando la democracia americana. El Dow Jones subía un 1,4% y no parecía preocupado.