La primera vez que pierdes a un ser querido o a un amigo de verdad, es muy duro y cuesta entender que la vida es injusta y cruel, sobre todo si eres muy joven y yo empecé joven. Pero cuando la muerte ha llamado tantas veces a la puerta de tu casa y has visto marcharse a tantos seres queridos en unos pocos años, personas que por su edad piensas que deberían haber vivido más años, se mezcla el sentimiento de abatimiento y el pensamiento sobre cuánto dolor puede soportar una persona y cuánto nos quedará por sufrir.
Los que vivimos en sociedades más avanzadas, a pesar de que la muerte es inevitable, somos afortunados si pensamos en las atrocidades que sufren millones de personas en todo el mundo y el escaso valor que tiene la vida humana en otros lugares. Las causas de fallecimiento son por enfermedad, accidentes o por la mano o irresponsabilidad del hombre. Yo he perdido seres queridos por todas esas causas y comprendo el dolor que se siente en cada circunstancia. Un dolor, que nos acompaña durante toda la vida y que nos enseña cosas que no se pueden aprender de ninguna otra manera.
Esta semana, un infarto se ha llevado la vida de mi hermano menor. Un padre maravilloso que vivía para sus 3 hijos y para hacer feliz a todo el que le conocía. Él era el hermano divertido y yo lo admiraba, aunque nunca se lo dije. No aproveché el tiempo para decirle cuanto le quería, porque no pensaba que moriría tan joven y que estaría siempre ahí, igual que lo pensaba de mi hermana cuando la asesinaron.
A este dolor por la pérdida de un ser querido, se une el dolor que miles de españoles estamos experimentando al no poder despedirlos en familia. Desde aquí quiero agradecer todo el cariño recibido desde la distancia y la sensibilidad de quienes tienen el triste deber de acompañar a nuestros fallecidos y a los cuerpos de seguridad por su comprensión y humanidad con tantas familias destrozadas. Hasta pronto hermano.