“El agua, en Cataluña, no solo cae del cielo”, por Pedro Luis Rueda.

Pedro Luis Rueda.

Pedro Luis Rueda es Secretario de Política Municipal de AIREs.
Cataluña está en una encrucijada grave de cara a afrontar el año, porque la sequía ha destapado la falta de una política de agua que nos permita escapar de situaciones como la que estamos viviendo.

Había un plan de inversiones aprobadas, que debían ya haberse iniciado e incluso ejecutado, sin embargo hemos llegado a una situación de emergencia y ahora nos encontramos con la realidad.

No se ha hecho nada de lo previsto y aprobado y la ciudadanía, como siempre, tendrá que pagar las consecuencias.

Cataluña necesita muchas reformas y la primera de ellas es de marco mental, mientras sigamos planteando que el “Procès” es la clave de bóveda que permitirá solucionar todos los problemas, nunca se hará lo suficiente para solucionar los problemas del día a día que sufren los ciudadanos de Cataluña. Si el nivel de gasto ha sido tan alto en el proyecto de secesión, no podemos sentirnos extrañados viendo que lo perentorio queda siempre en barbecho, en espera de ese momento en el que por arte de magia todos los problemas se solucionarían. Es para reír si la situación no fuera tan grave y nos jugáramos el futuro real, no el soñado.

Sin embargo, no es solo un problema motivado por los planteamientos nacionalistas, hay otros elementos de base ideológica que no permiten encontrar la manera de utilizar los recursos de la forma más eficiente posible y que además se mezcla con el conjunto de prácticas y discursos del nacionalismo etnolingüístico hegemónico. Veamos:

En primer lugar, cuando se planteó el Plan Hidrologico Nacional, surgió un relato que pretendía realizar una nueva lectura respecto al agua disponible, tanto en usos -reducir el uso del agua (no piscinas, campos de golf…)-, como en su captación. Sin embargo, es necesario realizar un apunte en una de las consideraciones que de él surge: la idea de que se ha de administrar solo el agua disponible en cada cuenca. La interconexión de cuencas no se acepta, paradójicamente, en Cataluña se aboga por una conexión de las zonas de la Cataluña interior de poniente para llevar agua a las zonas metropolitanas, ya que esas zonas tienen agua abundante, al contrario que las zonas del litoral. ¿Pero no decían que los trasvases entre cuencas no eran aceptables? ¿Por qué en este caso es válido? ¿No será porque están hablando de un sujeto político determinado? Parece que solo vale el axioma de la inconveniencia de los trasvases cuando tienen que intervenir otras comunidades autónomas… entonces ya no vale.

Es que lo que se plantea es simplemente es un problema político, usando excusas aparentemente ecológicas. Imaginemos el problema que representaría para el poder político nacionalista el caso de un proceso exitoso de secesión, con las servidumbres de un traspaso. Y es que además siempre se pensó que el problema los tendrían otras comunidades y que por ello es la zona del Ebro la que tendría que pasar el agua. Eso de compartir no va con ellos, a ese mundo les va más la caridad, vestida como generosidad. Si somos capaces de llevar agua de un riachuelo a cinco kilómetros de distancia porque no también desde 100 kilómetros… ¿Cuál es el límite? ¿Es por los costes de energía? Pues no, no es por los costes energéticos, teniendo en cuenta que la solución que proponen es en gran parte dependiente de desaladoras con el impactante coste energético y las dificultades ecológicas que supone la salmuera resultante

Po otra parte, se derriban presas porque altera el curso de los ríos. Sorprendente que siempre usen argumentos ecológicos que plantean una disociación entre el hombre y la naturaleza, como si el hombre no fuera parte de ella. Los ríos no se destruyen por un embalse, simplemente cambian y ese cambio no tiene por qué ser negativo. Si, dificulta la movilidad de la vida acuática, sin embargo a la vez genera humedales de gran valor ecológicos. ¿No sería más adecuado tratar de ver como solventar los problemas que ha generado un embalse, que derribarlo? Sobre todo teniendo en cuenta el gasto público que costó construirlo y el gasto público que supone derribarlo. Tendríamos que empezar a valorar los elementos positivos que un embalse aporta. No solo el hecho de que genera humedales que son un aporte ecológico a la biodiversidad en un entorno habitualmente muy árido, es que además supone una aportación de agua a las capas freáticas… casi podríamos hablar de que se siembra agua al recargar los acuíferos. El argumento aparentemente ecológico suena más bien a un argumento excusa porque es difícil de entender porque se efectúa semejante destrucción de embalses en un país que tiene crónicos déficits de agua y sería necesario una racionalización de la existente, además de un estudio serio de opciones de utilización. Faltan ideas, se cierran en banda en su plan ideológico.

Siguiendo con más argumentos, la política de ahorro de agua y la consideración de “lujo innecesario” las piscinas y los campos de golf, tampoco parece una posición adecuada desde la órbita de la utilidad del agua “disponible”. Si bien es capital la consideración de una escala de prioridades respecto al uso del agua, lo cierto es que el agua disponible una vez satisfechos aquellos nichos considerados indispensables en la agricultura, industria y uso humano, no tiene por qué impedir que pueda ser útil para uso lúdico, ya sea en piscinas o en campos de golf, en todo caso puede ser tratado de forma que compense socialmente por unos usos que en principio puede tener la consideración de superfluos, El precio del agua para uso de boca o domestico no puede ser tratado de forma similar al del uso agrícola… y al final de la escala quedaría aquellos derivados de uso lúdico del recurso hídrico.

¿Y el asunto del reciclado de aguas? El uso de aguas depuradas, para lo que ya disponemos de la tecnología necesaria, puede ser una solución para destinarlas a usos industriales, no parece buena idea pensar en su uso para rellenar las capas freáticas, como mencionan en algunas unidades administrativas de la Generalitat, dado que la no potabilidad directa es una de sus características. El agua de lluvia permite rellenar tanto las capas freáticas, de agua ya directamente potable -con algunos añadidos de seguridad-, como el rellenado de los pantanos que permite la disponibilidad del agua en épocas de estiaje.

Por consiguiente, la racionalización del uso del agua debería ser considerada como capital. Aguas de diferente calidad en una doble red en hostelería y restauración, e incluso en el ámbito doméstico e industrial. ¿Se ha hecho algo de eso en la Cataluña procesista?

Concluyendo. La apuesta de gasto en elementos considerados clave para la construcción nacional, ha traído consigo que ni tan siquiera su propuesta estrella, las desaladoras, se construyeran y pusieran en marcha, como ya estaba previsto. Y en este caso no ha sido por el problema de la huella de carbono, argumento tan utilizado en estos momentos de “cambio climático”, es que no se ha hecho porque en su escala de prioridades todo se solucionará automáticamente, ipso facto, cuando España ya no gestione nada y la “independencia” sea un hecho… Aparte de las competencias transferidas y la obligatoriedad de compartir la cuenca del Ebro con el resto de España, el argumento infantil utilizado no deja de ser una excusa ridícula en momentos graves de crisis pluviométricas que arriesga el futuro de nuestra sociedad.

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