“Acosadores, pasado y… ¿futuro?”, por Rafael Rodríguez Villarino.

Rafael Rodríguez Villarino.

Según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) se define acosar como perseguir sin tregua ni reposo, con ánimo de molestar. El texto homónimo de la Real Academia Gallega (RAG) añade las acepciones de causar aflicción, sufrimiento o pretender relaciones sexuales (de modo forzado).

El acoso existe desde el inicio de la humanidad, pues la etimología del término es “cosso” o carrera, que era, precisamente, la estrategia empleada por los primitivos para matar a las bestias, o para capturarlas e introducirlas en un coso o espacio cerrado. El fin último era garantizarse el sustento a costa de los animales dominados, de los que se obtenía alimento (carne, leche, grasa…) o abrigo (en forma de lana o pieles, por ejemplo).

En los albores de los homínidos, nuestros “requetatarabuelos” también corrían unos tras otros para controlar un territorio, incluyendo recursos y personas, hasta el extremo de aniquilar congéneres, privarlos de libertad o garantizarse la exclusividad reproductiva, por ejemplo.

Más allá de estas certezas de acoso primigenias, desconozco si la intención de hacer sufrir, a animales y/o personas, también formaba parte de estes primeiros “cossos”. ¿Brillaba la crueldad en las pupilas de los antiguos?, ¿gozaban haciendo sufrir?, ¿el germen del sadismo estaba presente en aquellos tiempos?

Habrá quien piense que el estudio de la filogénesis humana del acoso, combinada con la ontogénesis o historia de vida del acosador, explicaría comportamientos actuales de esta naturaleza.

Y habrá quien diga que eso no es suficiente. Porque algunos abogarán, así mismo, por la innegable influencia de los factores situacionales o del contexto (incluyendo, también, la crianza en el ámbito familiar o la influencia del grupo de iguales durante la adolescencia), y otros señalarán pautas comportamentales comunes en otras especies, en línea con los  postulados de la etología.

¿Acosan los gatos, por ejemplo? La convivencia con los mininos demuestra que juegan con las víctimas antes de matarlas, e incluso acaban por entregarlas como ofrenda a sus amos. No lo hacen por hambre. Lo pasan bien, psicopáticamente bien, que diría un especialista en conducta animal. Y no son los únicos, pues las orcas -a quién se denomina “ballenas asesinas”- acosan a las focas y, a veces, hasta les “perdonan” la vida.

Son dos entre muchas evidencias de los “cossos” o acosos compartidos inter-especies y, por lo tanto, de la universalidad de este complejo o “síndrome” de conductas-emociones-pensamientos que se genera alrededor de las experiencias de los seres vivos desde el origen de los tiempos.

Llegados a este punto, la reflexión sobre el acoso abandona los saltos o diferencias entre seres vivos -por no existir-, así como a través de la filogénesis histórica, pues los “cossos” también están presentes en la existencia de los sapiens, y, por lo tanto, tampoco nos distinguen en la actualidad.

¿Qué queda de todo esto? Probablemente, archivos genéticos y la parte más primitiva de nuestro encéfalo, lo que se conoce como cerebro reptiliano. Es decir, lo más básico y profundo de la arquitectura nerviosa.

Alternativamente, la materia gris, el neocortex o corteza cerebral más externa y moderna, supera este anclaje en el pasado, y construye mujeres y hombres avanzados que, por superación ética, refinan su conducta, eliminando mecanismos de control bastos y ancestrales por pautas de acción basadas en la persuasión, en lugar del hostigamiento, del empleo de la fuerza o de cualquier tipo de abuso.

En definitiva, el acoso representa un retroceso, una vuelta atrás en el reloj, un atavismo que separa las personas que se actualizan en el proceso de civilización de las que retornan a las raíces animais de las que debemos desprendernos.

El perfeccionamiento humano es eso: un proceso de re-construcción personal permanente, asentado en la comprensión empática, en la sensibilidad y en la consciencia de la complejidad vital, cuya manifestación externa es la elegancia.

La barbarie de las prácticas de acoso, o “fustigamiento” del otro, y la búsqueda de la sumisión como meta simplifican, burdamente, una realidad rica, plena de matices, que debe alejarnos de un pasado superado, encaminándonos a un mañana más amplio, diverso y, posiblemente mejor.

Rafael Rodríguez Villarino. Secretario Provincial del PSdeG-PSOE de Ourense.

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