“A la degradación de la política, por la mediocridad de sus dirigentes”, por Javier Marín.

Javier Marín Vázquez.

Javier Marín Vázquez es Secretario General de AIRES (Alianza de la Izquierda Republicana de España)
Ante la convocatoria de las próximas elecciones generales para el 23 de julio, ahora todo son prisas para montar plataformas o partidos que garanticen a sus propietarios, un cargo político remunerado para los próximos 4 años.

Ante el mercado electoral que se abrirá para esa fecha, lo lógico sería que todas las organizaciones que aspiran a vender algo en esa feria de la democracia, estuviesen preparando sus productos, sus ofertas electorales, sus programas, para seducir a sus potenciales clientes, o para levantar de su sofá a los 2’8 millones de personas que se abstuvieron el pasado 28 de mayo en las elecciones locales y autonómicas.

¿Estan vds oyendo alguna discusión sobre programas electorales¿

¿A cambio de qué oferta o promesa electoral debiéramos nosotros otorgar nuestro voto a tal o cual partido un domingo de julio, en vez de irnos a la playa?

Déjenme utilizar esta metáfora comparativa para ilustrar el absurdo al que está llegando nuestro panorama político en España

Imagínense vds que un grupo de conocidos nos ofrecen montar una sociedad anónima, para lo cual nos piden una determinada cantidad por cada acción.

¿Cuál sería la primera pregunta que todos nos haríamos¿

¿Para vender QUÉ ? ¿Tendrá salida en el mercado ese producto? Esas serían las preguntas más comunes. Aun así siempre habría excéntricos que se preguntaran por si el promotor/a es rubia con cuidada melena, el chico tiene coleta, es alto guapo y habla inglés, o fala galego.

Una vez convencidos de que ese producto va a tener salida en el mercado nos plantearíamos la segunda pregunta:

¿En qué ámbito territorial vamos a ofertar nuestro producto?

¿Con que tipo de estructura comercial contamos?

Es decir, qué espacio físico de distribución y venta queremos abarcar.

Y ya con esa prospectiva de estudio de mercado, pasaríamos a la tercera y última pregunta:

¿Cuál será la composición del consejo de dirección de la empresa? y

¿Quiénes serán los agentes comerciales que irán por el territorio a vender nuestro producto?

Bastante lógico, ¿no? Si se tratara de arriesgar nuestro dinero, por pequeña que sea la inversión, primero comprobaremos la viabilidad del producto, segundo la estructura de la organización que necesitamos para su comercialización y lo último, quienes seleccionamos para la dirección de los recursos económicos, técnicos y humanos.

Un partido nos ofrece su producto en un trueque bastante parecido al comercial, nosotros –partidos- te ofrecemos –ciudadano- leyes para mejorar tu calidad de vida respecto a trabajo, vivienda, sanidad, educación, cultura, etc., a cambio de que vosotros nos deis vuestro voto para obtener una mayoría parlamentaria que nos permitan hacer esas leyes.

Si pasados los 4 años de legislatura esos partidos han cumplido sus promesas programáticas, les revalidaremos nuestro voto; si no las han cumplido o las han traicionado haciendo justo lo contrario de lo que nos prometieron, les retiraremos nuestra confianza y voto.

Parece de una lógica aplastante, pero realmente ¿funcionan así los partidos? ¿Reaccionan con esa lógica los votantes?

No hay más que releer los programas políticos de los partidos que se presentaron a las elecciones en 2019 y el balance de gestión que han presentado al final de la legislatura.

¡¡Aaaah no!! que no se han dignado a presentar siquiera un informe de gestión entre lo prometido y lo ejecutado.

¡¡Bien!! pues ya es todo un indicador de en quien volver a confiar y en quién no.

El lío de la semana va de la mano de PODEMOS SUMAR, o no; con sus “mareos” COMPROMÍS; EN COMÚ PODEM; MÁS PAÍS, ect.

¿Han escuchado vds. alguna propuesta programática de cualquiera de ellos?

Entonces, ¿Que están negociando? , ¿Por qué se pelean? ¡¡Aaah sí!! por las listas, ergo, por el puesto de comercial para poder vender un producto que todavía ni han definido. Ni han fabricado. Ni siquiera está en las estanterías electorales. ¡¡Fantástico!! El fracaso está cantado.

Elaboré el siguiente esquema para poder impartir la asignatura de Liderazgo y Sociología de las Organizaciones en la universidad, hace ya 15 años.

Explico que para poner en marcha cualquier proyecto, empresarial, cultural, asociativo o político, lo primero que hay que definir es la base del triángulo, los cimientos sobre los que se asienta y se levantará el proyecto: Las IDEAS, el producto.

Lo segundo habrá de ser el ámbito territorial desde el que pretendemos abordar el proyecto: ¿Local, autonómico, estatal, europeo, internacional?

y en consecuencia su estructura física y organizacional.

Y sólo cuando eso esté en marcha, nos podemos preocupar por ¿A quién le confiaremos la dirección del proyecto? En el bien entendido de que si hemos sido rigurosos en el proceso de “in eligendo” e “in vigilando” la empresa, la entidad, el sindicato, el partido, ya comenzará a funcionar bien, a dar “dividendos”, sean estos económicos, sociales o políticos.

Si además nos hemos preocupado de hacer unas normas de funcionamiento interno democráticas, unos Estatutos que contemplen la elección y remoción de cargos, podremos cambiarlos cuando convenga, y siempre, antes de que pongan en peligro la continuidad del proyecto.

Si las ideas “venden”, si el nicho de mercado ha sido bien definido respecto a la competencia, si el producto ha generado una necesidad para el ciudadano, lo menos importante es quien es el director general o el consejo de dirección. Si el producto y la organización están bien arraigados, a los directivos se les ha de poder remover de sus puestos sin mayor problema.

Para sorpresa de mis alumnos, yo siempre explico que “el mejor líder es el líder prescindible”, el que hace crecer tanto a sus equipos que puede ser sustituido sin hacer peligrar el proyecto.

Piensen en cuantos de nosotros conocemos el nombre del director general del banco con el que operamos, de la agencia de viajes que contratamos para las vacaciones, del director de la compañía aeronáutica con la que volamos, del centro comercial donde compramos los alimentos cada día, del hospital de referencia al que nos derivarán cuando lo necesitemos. Bien pocos, ¿verdad?

Pues solo cuando funcionen así los partidos, por el servicio que nos prestan, en tanto que operadores e intermediarios de nuestra soberanía nacional, la política y los políticos tendrán la consideración y el prestigio que se merece un estado social y democrático de derecho.

Pero ¡¡Claro!! falta un pequeño detalle, para eso, nosotros, los accionistas de esta gran empresa llamada Democracia, debemos implicarnos, debemos –como decía G.Celaya- “tomar partido, partido hasta mancharnos”.

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