“Justo Sotelo en busca de nuevos caminos para la literatura española”, por Jacinto Sánchez.

“Un hombre que se parecía a Al Pacino” (Pagés editors y Universitat de Lleida, 2023) es el tercer libro de cuentos que publica Justo Sotelo, este doctor en Literatura y catedrático de Economía que ya ha publicado seis novelas, varios ensayos de literatura y unos cuantos libros y artículos científicos. Lo he llamado libro de cuentos, pero en realidad es otra cosa, aunque no sabría muy bien cómo definirlo. Digamos que es una rareza dentro de la literatura española de este siglo XXI, una joya que no se parece a nada y que tampoco tiene ningún interés en parecerse a nada de lo que se publica en España.

Es como si Sotelo hubiera escrito una especie de autobiografía del instante, a través de un viaje permanente entre el pasado y al presente, como si fuera caminando por las calles de Madrid, París o cualquier otra ciudad o país del mundo y nos contara lo que ve, pero mezclándolo en su mente con lo que ha visto, estudiado, leído, vivido hasta ahora a partir de sus ilimitados conocimientos en los mundos de la literatura, el cine, la música, la filosofía, algo que también ha proyectado en sus tertulias literarias que lleva desarrollando durante más de veinticinco años en las universidades donde ha dado clase y en los cafés de la capital que le gustan. Todo ello a partir de un conocimiento preciso y exacto de esos mundos que se relacionan a lo largo de los doscientos breves relatos del libro. Sotelo busca “espacializar el tiempo” y nos lleva de la mano por las cuatro estaciones del año, pero lo hace de adelante hacia atrás: verano, primavera, invierno y otoño, y a su vez dentro del verano nos traslada a sus primeros momentos como aprendiz de la vida, del arte y de la literatura, algo que también ocurrirá en el resto de estaciones. Como sucede, por ejemplo, con aquellos programas míticos que veía de niño en televisión: “La casa de los Martínez”, “La clave” y “Encuentros con las letras”, con las primeras películas y los primeros libros. Siempre desde el amor, a sus padres, a su mujer y a su hijo. En este ensayo fragmentario, de tintes postmodernos, compartiendo con el autor el primer café de la mañana, vamos a recorrer los mundos de la amistad cómplice entre dos artes que han caminado paralelas desde el nacimiento del cine. La literatura “prestó” sus textos al cine en sus inicios y ha continuado inspirándolo a lo largo del tiempo, y ahora el cine, de manera paradójica, alimenta a la literatura y la inspira. El cine ha marcado el arte del siglo XX. Ningún escritor nacido en ese siglo ha podido sustraerse a su influencia. Sotelo relaciona el cine y la pintura como hace con el cine y la narrativa, en concreto cierto tipo de cine que ha visto en la Filmoteca Nacional y en los cines Alphaville, que luego se llamaron Golem, y Renoir de la Plaza de España de Madrid. Ahí está una de las claves de este libro, su manera de ver el cine y de leer la literatura, incluso de caminar por la vida. Es un cine poético, de Bergman, Rohmer, Ford, Erice, Kieślowski, Hitchcock, y le queda un ensayo postmoderno porque además todas las páginas están impregnadas de filosofía, desde Platón a la actualidad, pasando por Aristóteles, Plotino, San Agustín, todo el medievo, el Renacimiento, y llegar a Kant, Hegel o Nietzsche.

Podría extenderme en esta reseña pues el libro de Sotelo se puede leer una y otra vez sin cansarse, eligiendo cualquier relato, pasando las páginas y volviendo al principio para recoger las pistas que el autor va dejando a lo largo de sus páginas, a veces de manera explícita y otras más ocultas, casi misteriosas. Por separado cada pequeño texto tiene un determinado significado, pero todos en común son su mundo, el mundo, todo el mundo dentro de este libro.

Para ilustrar lo que acabo de decir, me voy al principio, al primer relato del verano, en la página 19, titulado “Escribo porque vivo en armonía con el mundo”, una especie de resumen y sentido del texto:

“Ayer daba una vuelta en coche por las calles próximas al parque de la Fuente del Berro cuando tuve que parar el motor y dejar que pasara una hembra de pavo real a la que seguían sus crías. En ese momento me vino a la mente el rostro de mi madre. La Tercera de Mahler sonaba con fuerza dentro del coche, por eso recordé también que fue la última sinfonía que ella escuchó en directo en el Auditorio de Príncipe de Vergara con Paqui y conmigo. Tras arrancar, recordé un texto que escribí de un tirón una mañana como esta mientras me tomaba el primer café, como ahora. En él está mi madre, como en tantos otros sitios.

Escribo porque soy feliz y estoy enamorado y juego con mi gatita Ana cuando me despierta por la mañana.

Escribo porque me gusta que los niños coman pasteles y jugar y reír con ellos y cruzar la calle con ese ciego que te pide ayuda y pararme a escuchar a los músicos callejeros y levantarme de mi asiento del autobús y el Metro para que se sienten los viejos y las mujeres embarazadas.

Escribo porque busco la belleza de la vida, de la música, del arte, de la literatura, del cine, del pasado y del presente.

Escribo porque existieron Homero, Dante, Shakespeare, Kant, Goethe, Nietzsche y Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, Mahler y Tarkovski, Bergman, Ford, Hitchcock, Rohmer, Erice, Allen.

Escribo porque quiero que me quieran, pero sobre todo porque quiero querer. Escribo porque me gusta reír y sonreír y comer y beber y viajar y bailar y hablar y escribir. Escribo porque me gusta escribir.

Escribo porque me gustan los trajes y las pajaritas y los vaqueros raídos y los pantalones cortos y los jerseys deshilachados y las sandalias.

Escribo en contra de los xenófobos, de los homófobos, de los machistas, de los que se creen dueños de los demás, de los que hacen guerras por motivos económicos y políticos y religiosos. En realidad no escribo contra nadie sino a favor del bien común.

Escribo porque a mi madre le gustaba que escribiera.

Escribo para ella, todavía sigo escribiendo para ella”.

Leer este libro de Justo Sotelo es un derecho, pero también un deber para saber por dónde van los tiros en el mundo de la literatura.

1 thoughts on ““Justo Sotelo en busca de nuevos caminos para la literatura española”, por Jacinto Sánchez.”

  1. Para mí eres más que un Premio Nobel o un Premio Planeta mi escritor favorito, eres el mejor por tu trayectoria, tu talento, tu intelectualidad, tu forma de escribir y tu pensamiento. En tu narrativa Justo Sotelo percibimos a un escritor posmoderno que asimila y capta tu propia historia intentando resolver lo que todavía no está resuelto en el momento histórico en el que vive. Estás inmerso dentro de la posmodernidad y tu perfil como escritor posmoderno y economista está influido por concepciones literarias, pero también económicas, matemáticas y humanísticas que han marcado, entre unas y otras, las líneas maestras en tu forma de expresarte. La deconstrucción del sujeto y la realidad, el fin del tiempo y de la historia lineal, la ironía y la parodia intertextual, el ocaso de la utopía, el pastiche como herramienta estructural, etcétera. En cada página en que se adentre el lector podrá encontrar la ruptura entre las fronteras de la ficción y la realidad, así como la forma en que sus textos se engarzan en la realidad como texto, donde la intertextualidad es la única referencia posible cuya premisa es la textualidad ontológica del mundo. La realidad de tus pequeños fragmentos o textos se desvanece, se diluye hasta convertirse en un simulacro, una nueva forma de percibir la realidad, una mirada donde se aprecian los procedimientos que definen tu escritura fragmentaria, la hibridación genérica, la intertextualidad o la autoficción y de esa forma se plasman a través de la voz de tu narrador. Felicidades querido escritor por la primera reseña a tu libro recién publicada en este Diario Progresista. Te mereces esa y muchas más que seguro tendrás de tus lectores y de críticos. Muchos besos con un regalo musical y cinematográfico acorde con tu libro y tus admirados protagonistas. https://www.youtube.com/watch?v=7vThuwa5RZU

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