Como sociedad hemos alcanzado un gran nivel de madurez y por ello podemos afrontar debates importantes e inalienables como, por ejemplo, el que se ha realizado en el Congreso sobre la eutanasia.
Este asunto preocupa a la sociedad española desde hace décadas y, aunque algunos partidos como el PP hayan cerrado los ojos y nieguen su existencia, el debate sobre este tema es algo que es necesario regular.
Que nuestro país vaya a tener una ley de eutanasia es una magnífica noticia que muestra la implicación política para encontrar una solución a esta realidad con la que algunas personas viven las veinticuatro horas del día.
Sabemos que por nuestros valores judeo-cristianos se pueden crear conflictos morales y por ello me gustaría despejar los miedos que nacerán en ciertos sectores que entienden la eutanasia como un atentado al derecho a la vida.
Para mí es un derecho, pero, eso sí, nunca una obligación porque la vida puede ser como el título del poema de Calderón de la Barca La vida es sueño, pero también puede convertirse en una auténtica pesadilla, por la experiencia vital de ciertas personas enfermas o grandes dependientes, que sufren dolores agónicos, por lo que la sociedad política y civil debemos garantizar que la vida de todos sea digna y de igual manera, se debe ofrecer una solución igualmente digna.
Los que se oponen a la eutanasia utilizan argumentos banales como por ejemplo el de que despenalizar la eutanasia provocaría que la gente tomará a la ligera la decisión de finalizar su decadente situación y morir. Sin embargo, en los Estados donde lleva décadas legalizada, esto no sucede.
Un Estado aconfesional y secularizado como es el nuestro no debería permitir que se impusiera a toda una sociedad un valor religioso de la muerte.
La ley de eutanasia no impone nada, solo ofrece libertad, igual que las conseguidas que hacemos uso diariamente. Los creyentes que así lo deseen podrán ir muriendo cuando el Señor les llame, a los demás déjenos decidir cómo y cuándo nos vamos.
Por ello, considero que es incluso maléfico reducir la eutanasia a un debate entre vida o muerte como algunos quieren crear intencionadamente, porque un enfermo ha llegado a un punto de no retorno y degradando su estado de bienestar.
También, conocer la situación en la que deseamos morir en realidad se está eligiendo entre una muerta digna y rápida o una muerte lenta y degradante.