Cierto es que el PP no había organizado unas primarias con anterioridad. Cierto es también que éstas tampoco son unas primarias tal y como se conciben en un partido democrático. Cogen los conservadores lo peor de las experiencias de otras organizaciones y nada de lo bueno.
Se suceden los reproches y las indirectas entre los unos y los otros. Frases disimuladas que van directamente a la yugular del adversario. No hay debate de ideas, sino juegos que a veces se producen por debajo de la mesa de confrontación.
Que si Soraya espiaba o que si Casado no tiene el currículum que dice tener. Unos y otros se reprochan en sus círculos privados y se difaman veladamente en público. Mientras tanto, la ausencia de propuestas es, ciertamente, un denominador común entre estos que aspiran a liderar la derecha española.
Pero lo más curioso de todo es que precisamente aquellos que han ocupado grados de responsabilidad en sus ejecutivas o gobiernos, renuncian a un pasado reciente que parece avergonzarles. Igual Margallo se define fuera del sistema como Casado reconoce que han perdido las esencias.