La paciencia ha terminado agotándose en una buena parte de los parlamentarios de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. La presidente del Congreso, Nancy Pelosy, anunció ayer martes el inicio del proceso de destitución o impeachment del presidente de la Unión, Donald Trump.
La gota que ha colmado el vaso ha sido las presiones que supuestamente Trump ejerció sobre el presidente de Ucrania para arruinar la carrera presidencial de Joe Biden. Un escándalo sin precedentes que se viene a sumar a las sospechas de la relaciones de Trump con Rusia a favor de su campaña y en contra de sus adversarios.
Para Pelosi, Trump ha protagonizado una flagrante “violación de la Constitución”. Según la representante demócrata, “nadie puede estar por encima de la ley”. Para los demócratas, Trump utilizó métodos perversos para influir en la campaña electoral calumniando al que presumiblemente va a ser su principal opositor en la misma.
Todo se remonta a una llamada telefónica del presidente Trump al de Ucrania. En la misma, en alto mandatario norteamericano presionó al ucraniano para que denunciara por corrupción a Joe Baiden y a su hijo en relación a una serie de hechos falsos durante su vicepresidencia en tiempos de Obama.
La revelación de un testigo clave ha abierto una brecha sin precedentes en la vida política de Donald Trump. Las reuniones del también republicano Giuliani en París con el Fiscal General de Ucrania, así como el reconocimiento del propio Trump de haber hablado de Biden con el mandatario ucraniano, ponen en grave peligro la situación del presidente.
En ese sentido los demócratas han pedido la transcripción literal de la conversación telefónica, así como la apertura de una investigación que protagonizará sin duda la campaña.
Johnson en 1868 y Clinton en 1996 sufrieron un proceso de impeachment en la Cámara de Representantes que se dió de bruces posteriormente en el Senado. Algo parecido puede ocurrirle a Trump en el supuesto caso de que triunfe la destitución en el Congreso.