La revisión de los acuerdos con la Santa Sede que propone el PSOE trata de acabar con un anacronismo que, en no pocos casos, le da la espalda a la Constitución. Unos acuerdos internacionales que imponen una serie de obligaciones al Estado incompatibles con la carta magna.
Como han aclarado los dirigentes socialistas, no se trata de ofender a los creyentes católicos, sino de separar los asuntos del César de los asuntos de Dios. Establecer una línea clara entre las competencias reales de un gobierno democrático y el derecho a la religiosidad de todo ciudadano.
El laicismo es una bandera irrenunciable de la izquierda. Es un hito en toda sociedad de progreso. Es una realidad en las sociedades democráticas que debe imponerse en la nuestra como muestra de normalidad.
Lo contrario es lo más parecido al estado confesional. No podemos, ni debemos, mezclar el favoritismo fiscal y financiero de una España atrasada por una jerarquía que también ha estado, algunas veces, de espaldas a los feligreses y cuya autonomía también vela esta propuesta.