La atribuyen a Alfonso Guerra la frase de “Montesquieu ha muerto”, pero a la vista de los actuales acontecimientos debo confesar que es absolutamente desacertada. Si la intención es parafrasear a Nietzsche cuando con su reflexión sobre la muerte de Dios consagra el nihilismo como símbolo de la necesidad de destrucción de la moral cristiana europea para sustentar una nueva escala de valores construida desde cero, lo cierto es que podría ser utilizado para representar el descrédito de la democracia aquejada del mal de separación de poderes y resumida en “la democracia ha muerto”.
Y permítanme que remarque lo del mal de separación de poderes, porque estamos llevando la separación de poderes a extremos ciertamente absurdos. Propugnan algunos que la garantía de la democracia es la separación de poderes, y que para ello es necesario que los jueces elijan al gobierno de los jueces, es decir, que para que perviva la democracia deben ser los jueces los que elijan al Consejo General del Poder Judicial. Con la misma argumentación debería exigirse que los empleados públicos, que conforman la Administración, elijan el gobierno de los empleados públicos, es decir, gobiernos locales, autonómicos y central, en resumen, el Poder Ejecutivo… Y reservaremos el sufragio universal (la esencia de la democracia, el gobierno del pueblo) para la elección del Poder Legislativo… No sé si esto supondría la muerte de Montesquieu, pero de lo que si estoy seguro es de que supondría la muerte de la democracia.
Lo cierto es que el autor de “el espíritu de las leyes” preconizó la división de poderes como un antídoto contra el despotismo, pero tal separación no garantiza por si misma la democracia. Pero en el artículo 1.2 de la Constitución española de 1978 se dice que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Y ya se sabe, que mientras Montesquieu no muera (en el sentido metafórico, claro) los poderes del Estado son tanto el Poder Legislativo como el Ejecutivo y el Judicial. Y no residen ni en los jueces ni en los empleados públicos, sino en el pueblo.
A los que propugnan la muerte de Montesquieu habría que recordarles que los parlamentos son los representantes del pueblo (investidos de un mandato representativo) y esto les da legitimidad para actuar en su nombre. ¿Actuarían en nombre del pueblo los jueces si eligen el gobierno del Poder Judicial? ¿Con que poder representativo estarían investidos? ¿Otorga la superación de un proceso selectivo algún tipo de representatividad popular? Y en definitiva… ¿Por qué no se propugna que los empleados públicos elijan al gobierno del Poder Ejecutivo?
Cada vez que escucho el cuento ese de que sean los jueces los que elijan el gobierno de los jueces recuerdo otro cuento… aquel de Juan Valera: “Quien no te conozca, que te compre”.