A cara de perro terminaba el enfrentamiento entre el PSOE y Podemos, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en la sesión de investidura, fallida, de ayer. No ha habido ninguna posibilidad de acuerdo. El desencuentro era total. 155 votos –curioso- en contra tumbaban a los 124 votos a favor de investir presidente al líder socialista. 67 abstenciones.
Nadie, excepto ERC, varió el sentido de su voto respecto al martes. Si esto no se arregla, el 23 de septiembre se disolverán las Cámaras y se convocarán elecciones. Todos han pedido al jefe del Ejecutivo en funciones que retome las negociaciones.
Del tono triste, apesadumbrado, incluso dramático que se dejaba entrever en algunos de los parlamentarios, se pasó a un debate bronco entre Sánchez e Iglesias. Antes, Gabriel Rufián, portavoz de ERC, se lamentaba de “una nueva derrota de la izquierda”. Después, la bronca. Patético, impresentable, deplorable en una democracia como la española… ¿o no?
“Usted no ha ganado las elecciones y quería tener un gobierno paralelo al del PSOE”, recriminaba con dureza Adriana Lastra, portavoz socialista, al líder morado. “Si tengo que renunciar a mis principios y no ser útil a mi país, está en lo cierto señor Iglesias, yo no seré presidente. Si me obliga a elegir entre ser presidente y mis convicciones, elijo mis convicciones y defender a España”, dijo Sánchez al secretario general de Unidas Podemos.
De seguido, empezó a explicar las razones que lo llevaron a no aceptar las exigencias de la formación morada. “Hace falta un gobierno coherente y cohesionado y no dos gobiernos”. A ello añadía que no se pueden dar áreas de máxima complejidad y transcendencia a quien no tiene “experiencia de gestión”. Así concentraba el candidato socialista las razones de la ruptura.
“Propuse el acuerdo a cambio de un programa, y pronto advertí que el programa no era el tema central”, señaló, adivinaba. “Ustedes querían controlar el 100% de los ingresos y el 50% del gasto; con el 25% de los escaños querían controlar el 80% del gasto social, siendo la cuarta fuerza política”, sostuvo el presidente. “El programa nunca fue el problema”, dijo, manejaba.
“Quiero un gobierno plural, diverso, pero en una única dirección y con capacidad de gestión”, indicó. El Ministerio de Hacienda “no puede estar en manos de quien nunca ha gestionado un presupuesto”, explicó. Ni tampoco la cartera de Trabajo “para derogar la reforma laboral y subir el SMI”. “Como si no supieran que eso depende de todo el Gobierno de la nación y del Parlamento”, aseguró Sánchez.
También Iglesias quiso dar su versión. “Es muy difícil negociar un gobierno de coalición en cuatro días en vez de en 80 días”, se lamentó. Según explicó, Podemos ha estado cediendo constantemente, como que no haya planteado ninguna propuesta radical, que haya aceptado su propio veto y que acate la Constitución en todo, en especial en la cuestión territorial. “Pedimos competencias, no sillones”, señaló, se rasgaba las vestiduras..
Como muestra de que quieren seguir negociando, que la formación morada no quería romper las negociaciones: “Negocie con nosotros y no lleve a los españoles a otras elecciones”, pidió. ¿Tal vez en septiembre?