El PSOE mantiene su firmeza, ya no solo por estar avalado por las encuestas sino por su proyecto de futuro para el país. Un proyecto socialdemócrata y progresista en el que las medidas sociales y el resurgir de la economía ocupan un lugar principal.
Incluso los mercados se inclinan por una mayoría amplia para el Partido Socialista para que exista un gobierno fuerte que marque los pasos para un futuro en el que se reduzcan las desigualdades y se produzca un gran avance en todos los sentidos.
Pedro Sánchez afronta este debate con gran responsabilidad. Un debate donde el objetivo de todas las miradas es su formación. Un debate que podemos calificar como “todos contra el PSOE”. Al Partido Socialista le avala su experiencia en el Gobierno hasta ahora, sin duda alguna, una inmejorable carta de presentación.
Afortunadamente para la democracia, Sánchez procuró –no siempre lo consiguió- centrarse en lo que los ciudadanos querían escuchar: propuestas. Se alejó del debate estéril en el que los demás candidatos se enzarzaban con reproches y ataques pueriles de asuntos de patio de colegio y proponía cuestiones de Estado, cuestiones que la ciudadanía quería escuchar, promesas y compromisos concretos, ministerios y vicepresidencias de asuntos de importancia, lejos de la demagogia que los demás representantes políticos planteaban.
Ajeno a ese debate ideológico, por llamarlo de alguna manera, Sánchez planteó desde el minuto 9 que el principal problema era el bloqueo: “Si no tenemos un Gobierno, será muy difícil resolver esos problemas”. Violencia machista, el desempleo, la vivienda, la transición ecológica, las pensiones…
“Por tanto, yo quiero hacer una propuesta aquí, un anuncio, al resto de formaciones políticas, y es que, si después del 10 de noviembre, el Parlamento no acuerda la formación de un Gobierno, se respete a la lista más votada”, proponía el candidato socialista.
Lejos de entrar en la discusión del territorialismo al que querían llevar las tres derechas, con Santiago Abascal a la cabeza,, el presidente en funciones propuso convivencia, diálogo, dentro del marco constitucional y alejándose de la tesis de Pablo Iglesias, aun reconociendo la plurinacionalidad del Estado.
Pero reconduciendo la cuestión, volvió a tomar el control en esa pugna por el ‘todos contra el PSOE’, acudiendo a cuestiones que preocupan de verdad a los ciudadanos. Por ejemplo, el reto demográfico, la despoblación, la España vaciada.
En economía, Sánchez tampoco se quedó atrás a la hora de hacer propuestas en vez de entrar en un debate estéril del “y tú más”, mientras la derecha se peleaba. Aun reconociendo las dificultades y la sensibilidad de la economía española, recordó la necesidad de reconocer la fortaleza de la economía española y anunció la creación de una vicepresidencia de economía con Nadia Calviño a la cabeza, pese a las críticas del PP.
También recordó lo hecho por el PSOE en los 17 meses de gobierno socialista, revalorizando las pensiones, subiendo el Salario Mínimo Interprofesional, la recuperación del subsidio de los mayores de 52 años, lucha contra el fraude laboral, la regularización de 380.000 contratos, planes de lucha contra el paro juvenil…
En política social e igualdad, Sánchez insistió en proponer y no en discutir. Propuso medidas contra la pobreza infantil, reivindicó la recuperación de la Seguridad Social universal, bajadas de la factura de la luz. Propuso el ingreso mínimo vital, la gratuidad en la educación de 0 a 3 años, impulsar un parque de vivienda en alquiler y en propiedad para que los jóvenes se emancipen, multiplicar las becas, derogar la ley mordaza y regular la eutanasia. Ahí, insistió en la necesidad de un gobierno fuerte y con mayoría.