Cuando los hombres y mujeres públicos o las acciones políticas en sí mismas degradan las instituciones es cuando debemos exigir responsabilidad a aquellos que nos representan. La separación de la vida pública o la toma de decisiones adecuadas son fundamentales para un verdadero saneamiento de nuestra democracia.
En este caso, en la Comunidad de Madrid y en otros lugares, la crisis del Partido Popular está llevando a la vida pública, como decimos, a una situación que puede dañar nuestro marco institucional. No puede seguir al frente de la Administración regional, cuya dirección política está en parte corrompida, el mismo equipo que diseñó una red clientelar de malversación y prevaricación.
Es verdad, como dice Rivera, que las urnas han de hablar. Pero también es verdad que queda más de un año. No podemos dejar durante doce meses a los mismos que, por desidia o interés, no defendieron debidamente la decencia. Ciudadanos y el PP no pueden aspirar a seguir sirviendo de tapadera.
Habrá que buscar la fórmula más adecuada, el consenso suficiente, como para poder constituir en la Comunidad de Madrid un gobierno decente que levante las alfombras o desagüe las cañerías. Lo merecen todos y cada uno de los madrileños. Las instituciones y la democracia.