En medio de un descrédito sin precedentes, de una gestión miserable de la pandemia, de un comportamiento deleznable en relación a los sucesos raciales, con el libro de su secretario John Bolton recién salido del horno y en el que le define como un “corrupto”, Donald Trump ha congregado a casi veinte mil norteamericanos en la localidad de Tulsa, Oklahoma, para levantar los ánimos de todos aquellos que piensan que primero es América y después la Humanidad.
Todos los medios norteamericanos, incluido algunos conservadores, han cargado contra la inconsciencia que supone que el presidente de la Unión, o cualquier otro, convoquen un mitin en el que las posibilidades de contagio se multiplican sin remedio.
Tan es así que los organizadores del acto hacían firmar a los asistentes que no demandarían, ni a la organización, ni al presidente, si durante la ceremonia ultraconservadora eran contagiados por contacto o aproximación.
La cosa se puso más fea cuando seis trabajadores de la campaña de Trump, la “organización”, dieron positivo antes de la mismísima celebración del gran mitin reaccionario sin que los asistentes lo supieran.
Dijeron que Donald saldría con mascarilla, pero no fue así
Uno de los asesores de Trump prometió que el presidente saldría con mascarilla. Otro lo desmentía. Contradicciones constantes pero una única realidad verdadera: Trump presume de no llevar mascarilla, por puritito macho, mientras el icono del rock, Bruces Springsteen le espetó un “póngase ya una puta mascarilla” que se escuchó al otro lado del Atlántico.
A Donald le da igual. Es probable que cientos de personas se contagiaran dado que, ni se respetaron las medidas de seguridad, ni se utilizaron apenas protectores entre una población que está más confiada en la acción divina que en el esfuerzo de la ciencia y la prevención.
De este modo Trump cargó contra demócratas y progresistas, así como diseñó una América a imagen y semejanza de los más incultos de los Estados Unidos más profundo, más reaccionario y más racista.
El problema es que las autoridades sanitarias del Estado, Okahoma, advirtieron del riesgo que se corría. Por un puñado de votos, un puñado de víctimas.